Así fue como pronto se le conoció en la
red al tenista soberbio (que no serbio) Novak Djokovic por su negativa a
presentarse en el Abierto Australiano de tenis en Melbourne con la debida
protección para él y sus congéneres.
Tan sencillo que hubiera sido que ahí mismo le administraran la vacuna y fin de la historia, pero no, la infinita arrogancia que suele caracterizar a muchos de estos personajes lo hizo montarse en su macho y negarse en redondo a hacerlo, aduciendo no sé qué oscurantistas e inaceptables pretextos, y con probable total incongruencia, pues no creo que a sus pequeños hijos los haya dejado fuera de los esquemas de vacunación propios de la infancia.
De ídolo que con su ejemplo diera una lección al mundo -sobre todo a jovencitos que por doquier lo admiran- aprovechando toda la publicidad que se generó a su alrededor y su innegable condición de deportista talentoso de élite, a villano de pacotilla y modelo a seguir para los ignorantes anti vacunas que pululan tanto en Estados Unidos como en Francia y el mundo todo.
Nunca nadie con tanta influencia en la sociedad podría enviar un mensaje tan equívoco, especialmente en momentos tan aciagos para la humanidad con las continuas olas que está provocando el maldito virus.
Hago votos por que alguien que gusta de manifestar su libertad de manera tan lamentable sea objeto de la libertad que a su vez manifestará un público vacunado y culto para hacerle la vida imposible al imprudente egoísta, provocando su rápida eliminación y vuelta a casa a rumiar su derrota por partida doble. O mejor aún, que el proceso de defenestración no termine todavía y le cancelen su visa de cualquier forma, sentando así un saludable precedente.
¡Nunca mejor aplicada la sentencia de ídolo con pies de barro! Cómo olvidar la ocasión en que maltrató a un recogebolas o la otra en que agredió “accidentalmente” a una jueza de línea. Generoso en la victoria pero mezquino en la derrota.
¡Qué diferencia con otros auténticos caballeros de las canchas!, aunque a Novak ya le surgió un defensor en la persona del impresentable tenista ¡australiano! Nick Kyrgios. ¡No me ayudes, compadre!
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