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Mostrando entradas de octubre, 2020

Me dio fiebre carbonosa

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A algunos contemporáneos míos y con gustos similares que yo, les dio por celebrar su primer medio siglo de existencia corriendo ¡50 kilómetros!, y nos invitaban a quienes no habíamos alcanzado dicha meta a que nos les uniéramos, aunque sólo fuera un tramo de la ruta. Yo los acompañaba durante 10 o 20 de esos kilómetros, pues nunca he cubierto una distancia mayor a un maratón. Sin embargo, me incliné también por lo simbólico y a partir de esos primeros diez lustros   de vida empecé por correr 50, pero no kilómetros, sino minutos, que iría incrementando con el paso del tiempo a razón de uno por año. Iba a ser muy difícil que el cronómetro marcara exactamente ese número de minutos; no obstante, oprimiría el botón de stop tan pronto apareciera el 50 en el reloj. Para mi sorpresa y regocijo, ese 22 de octubre de 1999, en el parque Naucalli de la zona conurbada de la Ciudad de México, el adminículo marcaba ¡50:00.50, cincuenta minutos, cero segundos y cincuenta centésimas! Quedé anona...

Caterva de imbéciles

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Hace unos días, a raíz del anuncio del colectivo Sí por México , López Obrador atacó casi de inmediato la similitud, dijo, entre su logotipo y el del despreciable dictador Augusto Pinochet Hiriart, Sí Pinochet , cuando el siglo pasado lanzara un referendo para que el pueblo decidiera si quería seguir con su dictadura o no. Todos sabemos el abrumador rechazo que obtuvo el tirano en aquellos lejanos tiempos, pero eso es lo de menos. Lo de más es la profunda abyección del gobierno que padecemos desde hace un par de años. A eso dedican su tiempo los cortesanos del régimen: a servir a su Señor. Es repugnante imaginar la labor de Jesús Ramírez Cuevas, vocero de la Presidencia, metido en cuerpo y alma en asunto tan baladí sólo para satisfacer a su jefe y darle armas para que ataque de la manera más vil a un colectivo que busca –quiero imaginar- ser un contrapeso de su autoritario mandato. Pero, además, le elabora láminas y presentaciones para que López Obrador se “luzca” perdiendo el tiempo...

Un siglo

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  A mi padre, a trece años de su muerte y cien de su nacimiento. Mi padre, Nicolás Gutiérrez Gil ( Nick para los gringos), ese personaje de quien tanto he hablado en mis escritos, cumplió trece años de fallecido el 20 de octubre, y el 26 del próximo mes de noviembre se cumple un siglo de su nacimiento. Como he dicho hasta la saciedad, trabajó por más de cinco lustros en el turismo, conduciendo él personalmente su propio auto y trasladando a los turistas a todo lo largo y ancho del territorio nacional. A pesar de ello, casi nunca tuvo un percance serio más que en dos ocasiones. Una vez, regresando ya de madrugada a la casa, después de dejar al pasaje en su hotel tras un largo viaje de vuelta del interior de la república, un borracho lo embistió en Melchor Ocampo y Parque Vía, en plena Ciudad de México. El impacto hizo que su cabeza rebotara contra el espejo retrovisor, lo que le provocó una impresionante herida en la sien derecha y un colgajo de piel que mi padre se hubiera arran...

Robo de señales

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Con cariño, para las nuevas suscriptoras de este servicio: Adri, Betty, Clau, Hilda, Lila y Mary Tere. A finales de la década de los 70 del siglo pasado, asesoraba en el desarrollo de su primer sistema en línea, junto con otro compañero, a Banca Serfin (hoy Banco Santander), cuyo corporativo se encontraba en la ciudad de Monterrey, Nuevo León. Aunque su parte operativa se concentraba básicamente en la Ciudad de México, hubo la necesidad de trasladarse a la Sultana del Norte algunas ocasiones, pues allá se encontraba buena parte de su planta de   analistas, diseñadores y programadores de sistemas, que muchas más veces tuvo que hacer el viaje en sentido inverso. En uno de esos viajes que nos tocó hacer al norte, nos hospedamos en el hotel Ancira. Una mañana bajé a desayunar al restaurante del hotel y cuando salí, mi colega ya me esperaba en una acogedora sala, atiborrada, en la recepción del inmueble. No perdí tiempo y me encaminé directamente a los elevadores, desde donde le hic...

¿Señor Montero?

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El día de hoy fui a correr al Parque Metropolitano. De repente, alguien que venía detrás de mí se me emparejó y tomó mi paso, más lento, a la derecha, preguntándome a bocajarro: “¿Señor Montero?”. Sorprendido de que alguien me reconociera viniendo desde atrás, atónito respondí: “Para servirle”. Y el diálogo continuó: - ¿Por qué ya no escribe en el periódico? Yo lo leía todos los domingos y sus artículos me parecían muy interesantes y entretenidos –me dijo. - Le agradezco su gentileza. Lo que pasa es que hubo un intento de censura al cual yo me opuse rotundamente y la relación que hasta entonces había mantenido con el diario se dañó irreversiblemente. Pero no lo detengo, usted llevaba un paso más veloz que el mío, ¡adelante! –le respondí. - No, no se preocupe, me voy con usted. Ha de haber sido por sus ataques a Diego Sinhue, ¿verdad? –continuó mi acompañante. - Pues fíjese usted que no, fue un artículo contra Sheffied el que no les pareció. Me dijeron que para poder publicarlo te...

Repugnante y canalla, lo que mejor lo describe

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Hubiera querido comentar el libro que acababa de leer, La condición humana , de André Malraux, pero cayó en mis manos la novela autobiográfica de la escritora, editora y cineasta francesa Vanessa Springora, El consentimiento (Lumen, 2020) -que devoré de un tirón en dos sentadas-, sobre un depredador sexual, el también escritor galo Gabriel Matzneff. Al principio, me chocaba un tanto que V. -como se llama a sí misma en el libro la autora-, una adolescente de apenas 14 años de edad, contra los 50 de G. –como nombra a su contraparte-, se dejara seducir epistolarmente por éste, conocido de la madre, que en un inicio manifiesta su oposición rotunda a tal relación, pero ante la evidencia de los hechos no le queda de otra más que ceder e incluso empezar a recibir y departir con la pareja en la propia casa materna, de la que el padre ya ha huido, en un típico caso de disfuncionalidad familiar. Me chocaba también enterarme de la aquiescencia de la niña a que el hombre le hiciera todo cuant...

Child abuser

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Pero no todo era pesar en UCLA, ni mucho menos, pues me tocó de Host Family una pareja joven, Mr. And Mrs. Ashburn, con tres preciosas nenas, Leslie, Allison y Stacy, de cinco, tres y un años de edad, respectivamente, auténticos querubines de visita en la Tierra. Con esta familia tuve oportunidad de convivir muchísimo más, a tal grado que cuando la señora y las hijas iban por mí a la universidad para salir de paseo, las niñas se abalanzaban sobre mí y se prendían de mis piernas como lapas, hasta la chiquita, que no podía ser menos que las hermanas. El marido, administrador de un exclusivo club para ricos en Bel Air, nunca salía con nosotros, pero tuve la oportunidad de convivir con él cuando me fui a hospedar a su casa y cuando me invitó, junto con su familia, a departir con ellos en las instalaciones del refinado club, con balneario y toda la cosa. Un auténtico paraíso. Las niñas eran verdaderamente encantadoras, especialmente la pequeña, que apenas daba sus primeros pasos y que c...

Crazy Lady

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De la misma época de cuando fui estudiante de verano en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) en 1974 data la siguiente historia. La universidad tenía para estos estudiantes un programa, Host Family (Familia Anfitriona), en el que un particular de la localidad podía invitar a uno o hasta dos de estos jóvenes para que fueran a cenar a su casa o de paseo a la playa o, incluso, pernoctar en su hogar. En una ocasión surgió como por encanto una matrona de poco más de cincuenta años de edad que buscaba a dos jóvenes que fueran a convivir con ella y cenar en su casa. Los “afortunados” fuimos un argentino, Armando Garsd –por entonces próximo a cursar un posgrado en medicina en el campus Davis de la universidad-, y yo. El día indicado esperamos a la dama en cuestión a la entrada del Hedrick Hall, y no tardó en hacerse presente en un tremendo lanchón V8 fuera de época, el cual abordamos con cierta desconfianza, y nos condujo a su casa. La señora (¿señorita?) ya tenía preparada ...

Terrorista meshica

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Recién terminada la carrera, me enrolé en un curso de verano de inglés en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA). Transcurrían los meses de julio y agosto de 1974. Como compañero de cuarto (roommate) en el Hedrick Hall me tocó un iraní, Kavous Ardalan, que resultó ser limpio, silencioso, ordenado, respetuoso y muuuy dormilón. Yo creo que por esto último se levantaba muy de buenas todos los días. Sin embargo, a mí no terminaba de caerme bien, por no decir que hasta gordo me resultaba. Un “diálogo” típico por las mañanas entre ambos era del siguiente tenor: - ¡Hola, Raúl, buenos días! ¿Cómo amaneciste? –inquiría Kavous con su mejor semblante. - (Gruñido) –le respondía yo que, para no variar, me despertaba encabritado. El iraní, para no importunarme, no insistía más y yo bajaba a desayunar al comedor, pues ya para entonces estaba bañado, rasurado y todo lo demás, en tanto que él apenas comenzaba su día. Obviamente, Ardalan llegaba al curso ya bien avanzada la primera s...