miércoles, 3 de junio de 2020

Chile para los mexicanos...

… ha sido siempre un ejemplo a seguir por su desarrollo económico, político y social, y modelo para América Latina toda… o eso creíamos fervientemente.

Acabo de leer un esplendoroso ensayo del reputado escritor y activista de los derechos humanos chileno Ariel Dorfman, que actualmente reside en los Estados Unidos y es catedrático de la prestigiadísima Universidad de Duke, en Carolina del Norte. El ensayo lleva por título En busca de acuerdos literarios para un nuevo Chile.

A propósito del héroe homónimo de la novela del siglo XIX Martín Rivas, de Blest Gana, Ariel apunta que “A los jóvenes chilenos se les había prometido que si se comportaban como el buenito y bonito Martín Rivas, les lloverían beneficios de toda índole.”, pero que “En vez de ello, sufren una educación discriminatoria y desfinanciada; sus familias reciben una pésima atención médica; sus padres se encuentran horrendamente endeudados, ganando salarios del Tercer Mundo para pagar bienes de consumo con precios del Primer Mundo; y sus abuelos viven miserablemente con planes de pensiones que fueron privatizados por la dictadura. No extraña entonces que la corrupción y el lujo ostentoso de la élite gobernante los enfurezca.”


En cuyo caso, Chile para los mexicanos… sí que ha sido un ejemplo a seguir. Vamos, un ídolo con pies de barro o un Singapur de petatiux. Pero ¿a partir de dónde me perdí de la película chilena? ¿O será acaso que esta nunca fue tan rosa y edulcorada como muchos nos la han querido vender siempre? Para Dorfman todo empezó con el golpe militar de Augusto Pinochet en 1973, que convirtió al país en un conejillo de indias para la aplicación de las ideas de Milton Friedman y sus Chicagoboys, y que prevalecieron en Chile aun después del restablecimiento de la democracia en 1990. “Ahora, 30 años más tarde –señala Dorfman-, es una de las naciones más desiguales del mundo, con una desmedida brecha entre los súper ricos y el resto de la población.” En una oportunidad anterior escribí a vuelapluma sobre este injusto sistema que asola a países como Chile y su émulo México (http://blograulgutierrezym.blogspot.com/2019/12/cien-mil-millones-de-vias-lacteas.html), aunque al nuestro quizá ya no por mucho tiempo más, pues con el imbécil que actualmente nos gobierna… perdón, perdón, “pendejo y petulante” (Héctor Aguilar Camín dixit) (https://www.youtube.com/watch?v=F_d2z8-6Z2E), bien nos iría con que llegásemos a estar tan mal como antes.

Por cierto, en 1986, IBM, como patrocinador del segundo Mundial de futbol en tierras mexicanas, consiguió para el empleado que así lo quiso abonos para presenciar los diez duelos que se disputarían durante el torneo en el estadio Azteca, incluidos cuartos, semis y la gran final, todo, mediante módicos descuentos por nómina. Yo solía llegar con bastante antelación a los partidos, cuando el coloso de Santa Úrsula aún estaba vacío. Una de esas jornadas se me acercó un caballero sudamericano para entablar plática, al que de inmediato identifiqué como chileno por ese acento tan peculiar de los andinos. Oiga, me dijo, qué tremendo abucheo le han propinado al presidente de México en la inauguración, ¿no es cierto? Sí, le respondí orgulloso, yo fui uno de los que más le gritó. Es que no es para menos, añadió mi nuevo “amigo”, con esa tremenda corrupción que ustedes han padecido desde siempre. Y de ahí pa’l real, me la pasé varios minutos despotricando contra toda la colección de ratas sarnosas que había gobernado hasta ese momento nuestro país. El chileno, consternado, no hacía más que asentir a cuanto yo decía, y añadía de su propio peculio lo que seguramente no le constaba, pero había oído decir.

Hasta que me dije a mí mismo: y este cabrón, ¿qué? Así como ustedes con su dictador, le espeté sin más. ¿A quién se refiere usted -fingió demencia-, al general Pinochet? Sí, sí, a ese bruto asesino. Bueno, bueno, es muy fácil opinar cuando no se conoce la historia –me aleccionó-. ¿La historia –pensé para mis adentros- o las trácalas de un sistema que te permiten hacer a ti un viaje intercontinental para disfrutar de una banalidad como el futbol? Debería usted leer –lo aleccioné a mi vez- lo que se escribe fuera de Chile sobre los crímenes de lesa humanidad que se han cometido en su patria y de los que ustedes poco saben por tener copado el tirano todos los medios de comunicación y propaganda. Y poco a poco se fue alejando de mí sin decir palabra, hasta que desapareció por completo.

Ariel Dorfman establece la diferencia entre un libro de buenas costumbres del siglo XIX, Martín Rivas, no restándole los méritos de que este goza indudablemente, y otro más reciente de Carlos Droguett, Patas de Perro (1965) –su obra maestra, según Ariel-, libro cercano a la fábula en el que el héroe, Bobi, nace con patas de perro en vez de extremidades inferiores, y los avatares que este tiene que pasar para defender su autenticidad en contra de todo y de todos: gobierno, iglesia, escuela, ejército y demás instituciones.


Después de pasar lista a toda una pléyade de grandes escritores chilenos –los dos mencionados arriba incluidos-, y todos más bien del tenor de Droguett que de Gana, Dorfman concluye su ensayo:

“Sería una maravilla digna de las mejores novelas si esta doble crisis –de política y de salubridad– terminara creando las condiciones para un matrimonio o por lo menos un romance trabajoso entre Martín Rivas, con sus sueños burgueses moderados, y Bobi, con sus implacables patas de perro, un experimento digno de imaginar, una nueva forma de soñar nuestra identidad, tanto en la literatura como en la realidad, y no sólo en Chile, sino más allá de sus fronteras lejanas.”

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