¡Gracias!
Ante la imposibilidad de hacerlo
personalmente, quiero manifestar mi más sincero agradecimiento a todos aquellos
que me expresaron sus condolencias por el sensible fallecimiento de mi hermano
Nicolás, Coco, pues es muy reconfortante
sentirse arropado por tantos.
Alguna vez, en el patio de la Universidad La Salle de la Ciudad de México, se interpuso en mi camino el anquilosado maestro de biología, López Blando, que habíamos tenido en común Coco y yo con un par de años de diferencia, y me espetó a la cara sin más, pero con un rencor inexplicable y manifiesto:
- Oiga, Gutiérrez, su hermano es mucho mejor que usted.
- Ya lo sé, no enseña usted nada nuevo -le riposté con sarcasmo.
En otra ocasión, el amigo de Coco, Rafael Conde Juaristi, que nos daba un aventón a la UNAM en su coche, me lanzó la siguiente pregunta:
- Oye, Raúl, ¿qué se siente tener un hermano mejor que uno?
- Pues mucho orgullo, Rafa, imagínate, si uno ya es bastante bueno, qué no se dirá de él. Malo para aquel que no cuenta con muchos méritos para presumirlo -le respondí, a sabiendas de su reconocida medianía.
Malo que yo no reconociera la superioridad de mi hermano, que llegó a ser director en IRSA (Industrias Resistol, Sociedad Anónima) y presidente de la cámara de la industria química de México, ANIQ (Asociación Nacional de la Industria Química).
Por cierto, el citado Conde Juaristi, que pretendía a mi hermana Ceci, que prácticamente no sabía de su existencia, me deslizó en otra oportunidad el siguiente cuestionamiento en uno de esos aventones:
- Raúl, ¿qué te parecería tenerme de cuñado.
- Pero si a mí no me gusta tu hermana Paty -lo paré en seco, a pesar de la reconocida belleza de la interfecta.
En fin, perdón por la digresión, y, nuevamente, ¡mi agradecimiento más profundo desde lo hondo de mi ser!

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