Me picó la curiosidad de leer el libro Caminos de bosque, del filósofo alemán Martin Heidegger (Alianza Editorial, 2024), mencionado en https://blograulgutierrezym.blogspot.com/2025/07/sabrosa-charla.html. Como toda obra de filosofía que se precie de serlo, ésta resulta en buena medida ininteligible, críptica, inescrutable y abstrusa, pero algunas páginas se dejan leer hasta con cierto deleite, como el capítulo La frase de Nietzsche “Dios ha muerto”. Friedrich Nietzsche, padre del nihilismo o de la metafísica identificada con tal nombre (del latín nihil nada, corriente filosófica que niega todo principio religioso, político y social), escribió en La gaya ciencia (El alegre saber) su celebérrimo texto El loco, donde proclama y decreta con hondo pesar, por voz de dicho personaje, la muerte de Dios.
Miguel de Unamuno, por otro lado, y su preciosa novelita San Manuel bueno, mártir, hizo que un Javier Cercas, ilustre escritor español, adolescente aún, perdiera irremisiblemente la fe y se proclamara como un ateo consumado desde entonces, y no deja de recordárnoslo una y otra y otra vez en su más reciente libro El loco de Dios en el fin del mundo, sobre el viaje a Mongolia que realizó a ese país acompañando al papa Francisco con la promesa de que escribiría un libro sobre el particular, a cambio de que se le permitiera platicar cinco, diez minutos con Su Santidad para expresarle la inquietud que la madre del autor, de 92 años de edad, le planteó a su hijo para que se la transmitiera al papa y obtener su respuesta autorizada: la resurrección de la carne y la vida eterna después de la muerte.
El largo texto de Cercas (casi quinientas páginas) es una mezcla de estilos literarios (novela, crónica, relato, ensayo, cuento, poesía) en el que el autor se solaza describiendo las pláticas que tuvo con decenas y decenas de personajes durante su periplo de cuatro días con el papa, y aun antes y después. Sin embargo, su tiempo con Francisco sólo fue el acordado y esto ocurrió durante el viaje de ida, en la parte delantera del avión, a solas con el papa, y recibiendo la autorización de éste para grabarlo con su móvil.
La tan esperada -por todos- respuesta de Francisco es el secreto mejor guardado por Javier durante todo el libro, y digo por todos porque Cercas se ha encargado de despertar la curiosidad del mundo entero con su “aventura”, y ante la inquietud de aquéllos, el autor se mantiene firme en su ostracismo, no siendo sino hasta el final del texto que desvela su secreto, junto con un acontecimiento inesperado que deja pasmados a Javier y su esposa, a la salida de un restaurante, cuando ya la madre del escritor ha muerto, no sin antes haberle mostrado a la buena anciana el video con la respuesta del papa.
Las interminables pláticas que el autor mantuvo, tanto en Roma como en Mongolia, con personajes de toda índole y descritas con lujo de detalle en el libro resultan muy ilustrativas y enriquecedoras.
Javier Cercas no deja de machacarnos su ateísmo durante toda la obra y se solaza en autonombrarse El loco sin Dios, en contraposición con El loco de Dios, en el fin del mundo, es decir, el papa en Mongolia, o todo ese mundo periférico que a Francisco le encantaba visitar.
No es de sorprenderse entonces que el escritor se refiera en el transcurso de la trama -curiosamente- al Nietzsche del que hago mención al principio de este escrito, y que incluya extractos de El loco ahí citado.
Javier “culpa” al San Manuel bueno, de Unamuno, y a Nietzsche de su ateísmo, pero más bien habría que culpar a la razón, pues como el mismo Cercas apunta, la razón es el principal enemigo de la fe.
Les he proporcionado ya abundante material de lectura, pero, está bien, lean por lo menos San Manuel bueno, mártir, es una delicia, cuesta cualquier cosa la versión electrónica en Amazon, se lee en una sentada, y pondrá en serios aprietos su fe. Yo no corrí ningún riesgo, pues la perdí hace más de medio siglo, y aunque el texto de Unamuno es de 1931, apenas me lo dio a conocer Cercas, que lo leyó a los 14 años de edad.
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