martes, 29 de julio de 2025

"Dios ha muerto"

Me picó la curiosidad de leer el libro Caminos de bosque, del filósofo alemán Martin Heidegger (Alianza Editorial, 2024), mencionado en https://blograulgutierrezym.blogspot.com/2025/07/sabrosa-charla.html. Como toda obra de filosofía que se precie de serlo, ésta resulta en buena medida ininteligible, críptica, inescrutable y abstrusa, pero algunas páginas se dejan leer hasta con cierto deleite, como el capítulo La frase de Nietzsche “Dios ha muerto”. Friedrich Nietzsche, padre del nihilismo o de la metafísica identificada con tal nombre (del latín nihil nada, corriente filosófica que niega todo principio religioso, político y social), escribió en La gaya ciencia (El alegre saber) su celebérrimo texto El loco, donde proclama y decreta con hondo pesar, por voz de dicho personaje, la muerte de Dios.

Miguel de Unamuno, por otro lado, y su preciosa novelita San Manuel bueno, mártir, hizo que un Javier Cercas, ilustre escritor español, adolescente aún, perdiera irremisiblemente la fe y se proclamara como un ateo consumado desde entonces, y no deja de recordárnoslo una y otra y otra vez en su más reciente libro El loco de Dios en el fin del mundo, sobre el viaje a Mongolia que realizó a ese país acompañando al papa Francisco con la promesa de que escribiría un libro sobre el particular, a cambio de que se le permitiera platicar cinco, diez minutos con Su Santidad para expresarle la inquietud que la madre del autor, de 92 años de edad, le planteó a su hijo para que se la transmitiera al papa y obtener su respuesta autorizada: la resurrección de la carne y la vida eterna después de la muerte.

El largo texto de Cercas (casi quinientas páginas) es una mezcla de estilos literarios (novela, crónica, relato, ensayo, cuento, poesía) en el que el autor se solaza describiendo las pláticas que tuvo con decenas y decenas de personajes durante su periplo de cuatro días con el papa, y aun antes y después. Sin embargo, su tiempo con Francisco sólo fue el acordado y esto ocurrió durante el viaje de ida, en la parte delantera del avión, a solas con el papa, y recibiendo la autorización de éste para grabarlo con su móvil.

La tan esperada -por todos- respuesta de Francisco es el secreto mejor guardado por Javier durante todo el libro, y digo por todos porque Cercas se ha encargado de despertar la curiosidad del mundo entero con su “aventura”, y ante la inquietud de aquéllos, el autor se mantiene firme en su ostracismo, no siendo sino hasta el final del texto que desvela su secreto, junto con un acontecimiento inesperado que deja pasmados a Javier y su esposa, a la salida de un restaurante, cuando ya la madre del escritor ha muerto, no sin antes haberle mostrado a la buena anciana el video con la respuesta del papa.

Las interminables pláticas que el autor mantuvo, tanto en Roma como en Mongolia, con personajes de toda índole y descritas con lujo de detalle en el libro resultan muy ilustrativas y enriquecedoras.

Javier Cercas no deja de machacarnos su ateísmo durante toda la obra y se solaza en autonombrarse El loco sin Dios, en contraposición con El loco de Dios en el fin del mundo, es decir, el papa en Mongolia, o todo ese mundo periférico que a Francisco le encantaba visitar.

No es de sorprenderse entonces que el escritor se refiera en el transcurso de la trama -curiosamente- al Nietzsche del que hago mención al principio de este escrito, y que incluya extractos de El loco ahí citado.

Javier “culpa” al San Manuel bueno, de Unamuno, y a Nietzsche de su ateísmo, pero más bien habría que culpar a la razón, pues como el mismo Cercas apunta, la razón es el principal enemigo de la fe.

Les he proporcionado ya abundante material de lectura, pero, está bien, lean por lo menos San Manuel bueno, mártir, es una delicia, cuesta cualquier cosa la versión electrónica en Amazon, se lee en una sentada, y pondrá en serios aprietos su fe. Yo no corrí ningún riesgo, pues la perdí hace más de medio siglo, y aunque el texto de Unamuno es de 1931, apenas me lo dio a conocer Cercas, que lo leyó a los 14 años de edad.

domingo, 13 de julio de 2025

Mi gusto por El Palote

Este jueves 17 de julio de 2025 cumplimos 22 años de que nos mudamos a León, pues curiosamente también fue un jueves 17 de julio, pero de 2003, cuando desembarcamos en la ciudad. Los hijos todavía eran unos críos, ya que Caro tenía los doce recién cumplidos y Raúl apenas los nueve.

Desde entonces han pasado muchas cosas, pero lo que ha permanecido inalterable es mi amor por el Parque Metropolitano de la presa de El Palote, y al que yo y muchos más solemos referirnos simplemente con este nombre. Como siempre me he sentido un desarraigado aquí, desde un principio dije que lo único que compensaba tal desapego y con creces era mi pasión por el Parque, alrededor de cuya presa he corrido miles de kilómetros, y es lo que me mantiene vivo.

Comprenderán la tristeza que sentía yo hasta hace poco al contemplar el paisaje que se muestra en la primera foto que acompaña este escrito, con una presa totalmente seca donde se aprecia el templo que debería permanecer sepulto bajo el agua en un embalse rebosante de ella, como se aprecia en la segunda gráfica que les adjunto. Notarán la diferencia y comprenderán el gozo que literalmente inunda mi alma hoy en día al correr bajo estas condiciones.

Le digo a Elena que mi sueño es correr en este sitio al límite de mis capacidades, que ya no son muchas, y desfallecer 400 o 500 metros más allá, aunque me quebrara la crisma, y que después de que se corrieran los trámites de rigor, se vertieran mis cenizas en el centro de este hermoso estanque. ¡Ah, qué manera tan épica de desaparecer sería esa!

En el ínter, mañana me dispongo a ir a correr como cada tercer día a mi paraíso sin llevar a cabo todavía mi am-vicioso proyecto. 

lunes, 7 de julio de 2025

IMSS-Dinamarca

El viernes 4 de julio de 2025 acudí a mi clínica del IMSS para la revisión trimestral rutinaria de control tras el cáncer que se me diagnosticó hace dos años y del que salí bien librado hace poco más de uno. Como todas las veces, se me citó a las ocho de la mañana, pero como siempre, sin fallar ni una sola ocasión, se me recibió hasta ¡tres horas después! Pareciera consigna.

El titular de la consulta es el doctor que me detectó el cáncer en el Hospital Ángeles de León, pero sólo me ha atendido en un par de las ocho ocasiones en que he acudido, pues todas las demás han sido con subalternos o sustitutos, algunas veces inexpertos estudiantes en ciernes. Como recordarán, para mi curación también opté por la medicina privada, ya que las máquinas del Seguro estuvieron fuera de servicio por descompostura un buen rato y la atención en sus instalaciones era un auténtico maremágnum.

El viernes salí jurando de ahí que jamás acudiría otra vez a esas revisiones de rutina en el Seguro. ¿Cómo se puede tener tan poco respeto por el tiempo del derechohabiente y hacerlo perder tres horas de su vida para revisiones trimestrales que no resultan en nada, sino en la sola conservación del lugar para subsiguientes consultas y en la obtención de medicamentos “gratuitos” que de ellas pudieran resultar? Llegado el caso, prefiero erogar el costo de una consulta privada si los resultados de los análisis clínicos así lo ameritaran.

Los documentos que le expiden a uno en las citas incluyen el nombre del anteriormente citado  titular de la consulta, pero quienes firman son los sustitutos o subalternos que lo representan. Lo más curioso es que a la salida la experimentada secretaria encargada de programar las citas le advierte a uno que dentro de tres meses el doctor titular no va a poder atenderme (oiga, doña, pero si casi nunca lo hace, hoy, por ejemplo, pienso), sino que lo hará otro doctor a las dos de la tarde del viernes 3 de octubre, pero que me recomienda llegar una hora antes, ya que los pacientes de la tarde son atendidos conforme llegan. Ganas no me faltaron de decirle que si quería llegaba yo a las ocho de la mañana, total, tres horas adicionales de espera qué son, pero como había ya hecho mi juramento de no volver, opté por guardar silencio.

No está por demás señalar que el doctor titular de la consulta en mención aparece con un sueldo mensual de 43 mil pesos pagados por el Seguro de acuerdo a la Plataforma Nacional de Transparencia del Gobierno federal, además de un jugoso aguinaldo de 85 mil 265 pesos con 19 centavos, prima vacacional, fondo de ahorro y una ayuda para actividades recreativas y culturales por 95 mil 465 pesos con 31 centavos anuales. Esto, claro, aparte del ejercicio privado de su profesión. ¡Y dicen que el IMSS está a punto de reventar, financieramente hablando!, porque operativamente, ya no hay más que agregar.

Lo hasta aquí dicho es nada comparado con las penurias de la escasez de medicamentos y la deficientísima atención del IMSS a pacientes con problemas mucho más serios de salud: las criaturas con cáncer, para no ir más lejos.

Por todo lo anterior, ¡viva el IMSS-Dinamarca!

viernes, 4 de julio de 2025

Sabrosa charla

Ya van dos veces que por casualidad disfruto de la misma plática televisiva entre dos personajes distinguidos del medio artístico y cultural de México: el dramaturgo Luis de Tavira y su sobrina Marina de Tavira, nominada al Óscar como mejor actriz de reparto por la película Roma. La charla, dentro del programa acertadamente llamado Léemelo, versa sobre libros, pero no desde la perspectiva pedante de los críticos literarios, sino desde la más despreocupada del simple lector, y en ella se leen párrafos de las obras comentadas, que dan pie a los sabrosos y sesudos comentarios que sobre ellas y sus autores se vierten.

En el presente caso se refirieron al Quijote, de Cervantes, El idiota, de Dostoievski, Rojo y Negro, de Stendhal, y Caminos de bosque, de Martin Heidegger, los tres primeros ya leídos por mí hace varios años y el último, apenas de reciente adquisición, movido yo por lo dicho en el programa.

Establecieron ellos una especie de paralelismo entre don Quijote y el protagonista principal de El idiota, Myshkin, y los contrastaron con Julien Sorel, el héroe de Stendhal. Pero lo que se dijo sobre la novela de Dostoievski me llevó a mí a releerla y disfrutarla como si nunca la hubiera leído, y dolerme, aún más que la primera vez, del trágico y doloroso sino de Myshkin.

Finalmente, y sin venir mucho al caso, cayeron en el libro de Heidegger, que aún no puedo comentar por estar apenas hincándole el diente, pero llamando poderosamente mi atención los comentarios que hicieron sobre el óleo de Van Gogh Schoenen (Zapatos) y leyendo lo que el filósofo alemán comenta sobre el cuadro en su libro.

Dice Luis de Tavira que en una ocasión llegó al Museo Van Gogh en Ámsterdam buscando otra pintura de Vincent, no Zapatos, y que ya no lo querían dejar entrar por ser casi la hora del cierre, pero que después de mil ruegos se lo permitieron con la condición de que se apurara. Sin embargo, cuál no va siendo su sorpresa al toparse con Zapatos, antes de llegar al cuadro que buscaba, y quedar casi tan embelesado como Heidegger.

Juro que yo sentí la misma emoción cuando me encontré frente a esta obra en un viaje que hice junto con Elena y los niños (en aquel entonces) a Europa. Me imaginé como el esforzado campesino que dentro de esos zapatos realizaba su ardua labor diaria en los campos de labranza, y se me enchinó la piel. No en balde De Tavira acuñó una frase dentro del multicitado programa que me fascinó: “La obra de arte representa la realidad que no encontramos en la realidad.” Y, como buen dramaturgo, estableció un paralelismo: “El actor en una obra de teatro representa la realidad que no encontramos en el personaje representado.”

¡Y ahí se las dejo!