miércoles, 25 de agosto de 2021

Gobernar es fácil

Cómo no iba a serlo si ningún esfuerzo hago por mantener las cifras de criminalidad a niveles que no se habían padecido nunca antes, a pesar de las desmañanadas que me doy todos los días con mi gabinete de “seguridad” para revisarlas y, acto seguido, desenvainar la guadaña para blandirla contra todos mis enemigos, digo, perdón, adversarios durante mis interminables conferencias matutinas, una vez terminadas las cuales, y después de un opíparo refrigerio, irme a echar una cascarita beisbolera a cualquier barriada, para, después de tan intensa labor de gobierno, esperar a que se llegue el fin de semana y viajar a todo lo largo y ancho de México con el fin de detenerme en cuanta fonda se cruce en el camino para tragar como cuino cuanto se me antoje y mi generoso abdomen permita. Quién coños dijo que gobernar no era fácil. Algún politólogo neoliberal y conservador, seguramente. Y qué tal la música con la que me ha dado por amenizar mis tertulias, ¡n’ombre!

¿De veras es esto gobernar? El otro día llegué al punto de la náusea viendo un resumen del sermón cotidiano de este sujeto en el que trinaba contra Ricardo Anaya y Javier Lozano, y me preguntaba a mí mismo: ¿en serio de esto vive el idiota? Porque no es que sea casualidad, es cosa de todos los días, que suman ya cientos. Y la desesperación de que no haya nadie entre la audiencia de indignos que lo escuchan que lo ataje cuando dice que quién le manda a Anaya andar  haciendo lo que hace, que Lozoya lo acusa de haberlo sobornado. ¡Óyeme, imbécil, espérate!, y por qué entonces no metes primero en la cárcel a éste antes que al otro si ya llevas más de un año consintiéndolo en su residencia como testigo protegido. ¡Un poco de congruencia, por favor! ¿Y todos los corruptos de los que te has rodeado, incluyendo tu numerosa parentela? Pero nadie del rebaño de paleros pregunta, mucho menos rebate.

¡Déjale todas estas labores al Ministerio Público y ponte a trabajar, carajo! Porque además estás violentando el debido proceso y la presunción de inocencia. Con tu proverbial estulticia llegas al extremo de retar al que acusas a que pruebe su inocencia, estupidez jurídica en la que ni siquiera un tinterillo de oficio incurriría. Con tu ilegal intromisión los estás exonerando a todos antes de que los juzguen.

Pero en fin, al final siempre te sales con la tuya, haciendo prevalecer tu recochina voluntad para cuanta decisión descabellada se te ocurra. ¿Pero es que no tiene asesores?, preguntaría un asombrado extraterrestre. Sí, claro que los tiene, está por ejemplo su secretario de Hacienda Ramírez de la O, también tenemos a Ramírez de la O, y ya un poco menos, aunque igual influye, Ramírez de la O; ah, perdón, y se me olvidaba el que le recomendó que utilizara los Derechos Especiales de Giro para pagar deuda, de apellido, creo, Ramírez de la O. Único técnico aparentemente capaz entre toda la ralea a su alrededor.

Todo lo anterior de nada sirve, pues al final el lunático terminará haciéndole caso únicamente a su dedito. Y es que todos le tienen pavor, incluido, en primer término, su criado personal Jesús Ramírez Cuevas, que se presenta, con plumero en la mano, mandil y cofia, como Vocero de la Presidencia.

Y nosotros, tan campantes, viendo cómo el país se precipita en el despeñadero. ¿De verdad no hay nada  que podamos hacer por salvar a la nación, si no ya con la revocación de mandato, sí con un diagnóstico médico irrefutable sobre la insania del orate, para el que gobernar ciertamente no es sólo fácil, sino es chingón, pero, sobre todo, es chingar?

¡Qué tristeza y conmiseración me da nuestro querido México!

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