miércoles, 2 de enero de 2019

La llamada de la tribu

En fechas recientes he intentado hincarle el diente a obras extraordinariamente complejas. Tal es el caso de La lógica de la investigación científica, de Karl R. Popper, y Tractatus logico-philosophicus, de Ludwig Wittgenstein. Y como una lectura conduce a otras, al enterarme de que el libro más reciente de Mario Vargas Llosa, La llamada de la tribu, es un ensayo que versa sobre la vida y obra de pensadores de la talla de Adam Smith, José Ortega y Gasset, Friedrich August von Hayek, el propio Sir Karl Popper, Raymond Aron, Sir Isaiah Berlin y Jean-François Revel, y queriendo descansar un poco de la frustración de escritos tan difíciles, acometí la generalmente placentera tarea de leer al autor peruano.

El ensayo de don Mario es básicamente una apología de la libertad individual, encarnada mejor que nadie por los autores a que se refiere, y la opone al estúpido y trasnochado nacionalismo o populismo tan característico de nuestro tiempo, aunque sin rebajarse a mencionar por su nombre a personajes tan notables, odiosos y gregarios como Trump, López Obrador, Bolsonaro, Erdogan, Viktor Orban en Hungría, Grillo y su Movimiento Cinco Estrellas en Italia, Salvini y la Liga Norte ahí mismo, Kaczyński en Polonia, más los que se me escapen. De aquí el título de su obra, La llamada de la tribu, para referirse a los desorientados grupos que estos fanáticos lideran.

Pero, insisto, el libro de Vargas Llosa no es de amargura por estos nefandos seres, sino un sublime canto a las virtudes de aquellos filósofos y científicos tan egregios. Vamos, un auténtico poema heroico escrito en prosa.

Curiosamente, en el capítulo dedicado a Popper me enteré de una supuesta disputa tenida por éste precisamente con el otro autor de mis tormentos que menciono al principio: Wittgenstein. La asombrosa coincidencia, obviamente, no me pasó desapercibida y leí el apartado que Mario les dedica regodeándome de mi buena suerte. Esta disputa proporcionó materia hasta para un libro, El atizador de Wittgenstein / La historia de la disputa de diez minutos entre dos grandes filósofos, que fue lo que duró el único encuentro que tuvieron en su vida, el 25 de octubre de 1946, y que, dice Vargas Llosa, se lee como una novela policial. El meollo de las diferencias entre estos dos seres arrogantes en extremo radicaba en que Wittgenstein sostenía que no había problemas filosóficos propiamente hablando, sino sólo acertijos o adivinanzas (puzzles); en contraste, Popper defendía que los problemas del hombre “eran la materia prima de la filosofía y la razón de ser del filósofo  buscar respuestas y explicaciones a las más acuciantes angustias de los seres humanos.”

Pero el Nobel de literatura proporcionó también un inapreciable sedante  a mi conciencia al considerar que el libro de Popper es bastante difícil de leer. No sólo para alguien no versado con las ciencias –la física, las matemáticas, el cálculo de probabilidades, la teoría de la relatividad, los teoremas o la teoría cuántica-, sino que incluso “un científico de alto nivel que se mueva con desenvoltura en estas materias tiene que hacer grandes esfuerzos para no extraviarse” en un libro en que el autor llega al extremo de refutarse a sí mismo sobre lo que ha afirmado con anterioridad.

Popper se atreve incluso a manifestar sus desacuerdos con Albert Einstein, a propósito de la teoría cuántica, precisamente, y publica en su libro una carta y su facsímil donde el sabio le responde en los términos más cordiales: Querido Sr. Popper (Lieber Herr Popper).

A todo esto, Wittgenstein no se queda atrás y la versión inglesa de su Tractatus la prologa el mismísimo Bertrand Russell, con quien ambos, Karl y Ludwig, estaban en deuda por todo lo que les había ayudado, y lo hace en el mismo lenguaje críptico tratando de arrojar luz sobre el trabajo de éste. Corre la especie de que fue Russell quien incitó a Popper a que arremetiera sin circunloquios contra la teoría de los puzzles de Wittgenstein en la disputa que ambos sostuvieron aquel memorable día.

Sin embargo, no desisto en mi empeño por tratar de dilucidar teorías tan sublimes y escribir sobre ellas en futuras entregas, a pesar de que siempre queda el recurso de escribir sobre cuestiones más personales y, muy probablemente, con mejores ratings de audiencia, aunque yo sinceramente prefiera tópicos como el del presente escrito.

¡Feliz 2019!

No hay comentarios: