sábado, 8 de marzo de 2025

¡Qué horroroso es leer!

Sí, sí, ya sé que me contradigo, pues innumerables veces he afirmado rotundamente lo contrario, pero cuando te cae en las manos un libro como el de Umberto Eco El péndulo de Foucault, entras en una profunda depresión, más aún si te empecinaste en llegar hasta la página 501 (de 834) tratando de encontrarle sentido a semejante necedad.

Tan sencillo que hubiera sido leer parte del fragmento que Amazon incluye en su plataforma para desechar de inmediato la intención de leerlo. Reto a cualquiera a que por lo menos lea dicho fragmento en su totalidad. ¡Imposible adentrarse en semejante galimatías por el puro placer de hacerlo! Desgraciadamente me dejé llevar por las superficiales opiniones aquí y acullá, cuando hubiera bastado intentar adentrarme en las varias primeras páginas que nos obsequia el gigante amazónico para abandonar el proyecto de lectura. ¡Estúpido de mí!, cuando intenté la devolución al mero principio de la fallida compra en línea del mentado libro, obviamente me mandaron al carajo, pues qué van a saber ellos si ya lo leí o lo copié mediante cibernéticos subterfugios. ¡Cómo me dolió desperdiciar esos 299 pesos, mejor invertirlos en un six pack de cervezas!

Soy consciente de que si por puro azar llegara a caer este escrito en las manos de un erudito, seguro me mandaría aniquilar por semejante sacrilegio, porque tal es lo que le achacan al texto de Eco: una amplísima erudición nada fácil de seguir para ignaros como yo. Pero soy un enemigo jurado de tener que cursar un seminario de varias semanas para entender cabalmente un escrito o de atiborrar mi biblioteca con textos explicativos con el mismo fin.

¡Al carajo! Leer es un placer, por lo que ustedes disculparán que no les comente nada esta ocasión de este intragable mamotreto, y que deje a los tres editores de la trama de la novela, Jacopo Belbo, Diotallevi y Casaubon, sumidos en sus esotéricas elucubraciones y a punto de entrar en una “peligrosa aventura”, que por lo menos hasta la página 501 en que yo abandoné el empeño -profundamente aburrido, deprimido y habiendo entendido muy poco- no se veía venir por ninguna parte. Sorry!

Y miren que en el pasado le he hincado el diente a Jocye, a Musil, a Woolf y hasta al igualmente detestado por mí Proust (https://blograulgutierrezym.blogspot.com/2023/09/insoportable-sufrimiento.html). Y ni qué decir del propio Eco con sus El nombre de la rosa y Número Cero, que sin llegar a ser obras maestras de la literatura universal, resultan mucho más tragables que su intragable El péndulo de Foucault.

Eso me pasa por contravenir el consejo número uno de los bibliómanos: si un libro no te está gustando, ¡abandónalo y a lo que sigue! Mucho me hubiese ahorrado en el presente caso.

No lean El péndulo…, y si lo hacen ¡y le entienden!, mis respetos.

No hay comentarios: