Apenas me enteré esta mañana que urge que me extirpen la vesícula por su mal funcionamiento y su potencial de producir cálculos biliares que pudieran acarrear males mucho más graves. Como ya no soy sujeto de un seguro de gastos médicos mayores y por lo oneroso que resulta la medicina privada, me decidí a explotar mis “influencias” en el IMSS y escribirle directamente a su director general, Zoé Robledo. Menos de cuatro horas después se comunicaron de su oficina conmigo por el mismo medio, solicitando un número telefónico para ponerse en contacto y que les explicara en tiempo real mi caso.
La amable licenciada que me atendió me fue acorralando hasta hacerme parecer como deseable el proceso que se debe seguir en estos casos. Haga una cita con su médico familiar en la clínica que le corresponda, me dijo, ahí le van a proporcionar una referencia/contra referencia para el Hospital General Regional (HGR) de su demarcación, y si le dan una fecha, por decir algo, para octubre (no pude evitar una exclamación irónica y desaprobatoria, pues estamos hablando de seis meses), se pone en contacto conmigo y vemos qué podemos hacer.
Hasta ahí, todo normal, pero cuando intenté por dos medios distintos (Internet y celular) programar la mentada cita, no hay disponibilidad de aquí al 20 de mayo (última fecha habilitada; todo un largo mes), y hazle como quieras, si tienes lodos biliares, no es nuestro problema. Terminé con el dedo índice maltrecho, pues probé todas las fechas “disponibles” en uno y otro artefacto, y nada.
Si no hay ni siquiera citas con el médico familiar, ¿se imaginan una fecha para una intervención quirúrgica de “urgencia”? Con todo y que tengo vigentes mis derechos. No sé por qué de inmediato pensé en Dinamarca.
Ni modo, a hacer cálculos con los magros haberes familiares para extirpar los biliares, con todo y vesícula.
Como vocifera la fanaticada mexica: ¡sí-se-puede!
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