Hace varios años, divagando por los
canales culturales de la televisión mexicana, 11, 22 y TV UNAM, siglos antes de
que los cooptara ese engendro autodenominado 4T (sí, hasta la televisora
universitaria lo está de alguna manera), me topé con un espectáculo operístico en
el 22. Más que nada por curiosidad y para confirmar lo absurdo que para mí era
tal género, me quedé contemplándolo. Al poco rato ya estaba yo metidísimo en la
trama y disfrutando con las dotes teatrales y musicales de los actores, leyendo
con avidez los claros subtítulos en español de cuanto acontecía en la escena. Desgraciadamente
no recuerdo el nombre de la obra, pero de que la disfruté como enano, ni duda cabe.
No que me haya vuelto un fanático de la ópera, para nada, pues fuera de esa experiencia
no había tenido yo otra ni antes ni después. Como diría mi amigo Gonzalo,
perdón por la pinche ignorancia, no es que sea yo inculto, pero…
Hasta este martes 28 de febrero en que
me fui por propia voluntad con Elena al Teatro
del Bicentenario, Roberto Plasencia
Saldaña, a la puesta en escena de Aida,
de Giuseppe Verdi, nada más, y de la que ChatGPT
opina lo siguiente:
"Aida es una ópera en cuatro actos compuesta por Giuseppe Verdi, con un
libreto de Antonio Ghislanzoni. La ópera se estrenó el 24 de diciembre de 1871
en el Teatro de la Ópera de Jhedivial en El Cairo, Egipto.
La
historia de Aida tiene lugar en el antiguo Egipto y gira en torno a un
triángulo amoroso entre la princesa etíope Aida, el comandante militar egipcio
Radamés y la princesa egipcia Amneris. Aida y Radamés están enamorados, pero su
amor está prohibido por la guerra en curso entre Etiopía y Egipto. Mientras
tanto, Amneris está enamorada de Radamés y está celosa de Aida.
La ópera es conocida
por su música grandiosa y majestuosa, particularmente la marcha triunfal en el
Acto II, que a menudo se interpreta por separado de la ópera en sí misma. Aida
es una de las obras más populares de Verdi y se representa regularmente en
teatros de ópera de todo el mundo.
Los temas del amor, los
celos, la traición y el conflicto entre el deber y el deseo personal hacen de Aida
una obra maestra atemporal que sigue cautivando al público hasta el día de hoy.”
Lo bueno es que esto de plagiar ya no es
tan mal visto en la actualidad, además de que yo sí estoy dando el crédito y
entrecomillando, no como la espuria magistrada Yasmínima.
En fin, a lo que voy es a encomiar el
soberbio espectáculo que constituyó la puesta en escena de la ópera, sin
escatimar recursos de ninguna índole, digno evento cultural de cualquier capital
del mundo, y no exagero. La música, la actuación, la orquesta, las decenas y
decenas de artistas que pueblan el escenario a lo largo de las horas, el
vestuario, las distintas escenografías, los inteligentes diálogos en español proyectados
en el frontispicio del proscenio, fiel traducción del bel canto ejecutado por los cantores en el tablado, el teatro mismo.
Y cuando digo a lo largo de las horas no
exagero, pues el show dio comienzo
poco después de las ocho de la noche y terminó unos minutos antes de las doce.
A ello contribuyeron las tres interrupciones entre los cuatro actos de la
ópera, entendible para que los cantantes tomen aire y para los cambios de
escenario, pero inaceptable por el mercantilismo de conminar a la audiencia a
que salga a comer una bolsa de doritos aderezada con una carísima copa de vino
tinto. Y se formaban largas colas frente a los múltiples puestos de tan
exquisitas viandas. La tercera interrupción fue demasiado para la
niña-adolescente atrás de nosotros, quien imploró a sus padres con profundo
pesar: “¡Ay, no! ¿Otra vez?”. Dichas interrupciones tomaron no menos de una
hora del tiempo total. Éste constituyó el único asegún.
Por lo demás, gratísimamente impresionado
con el espectáculo y agradecido con ChatGPT
por ayudarme con la redacción de este artículo. Se lo voy a recomendar
ampliamente a Yasmínima. El ChatGPT, no el artículo, pues sería capaz de plagiárnoslo.
¡Y profundamente
orgulloso de mi querido León, Guanajuato! Ranchería, le llaman algunos pinches amargados.