Caro, mi hija, planeó con bastante adelanto
su viaje a Japón, pues le dio incluso tiempo de tomar clases de japonés, tan
perfeccionista como siempre.
Finalmente, el día llegó y el miércoles
9 de octubre a medianoche su novio, Juan Martín, vino a buscarla a la casa para que medio durmieran
en el hogar de los padres de éste y que el jueves 10 en la madrugada su hermano
los llevara al Aeropuerto del Bajío, en Silao, de donde saldrían con dirección
a Dallas, que a su vez sería el punto de partida hacia su destino final: el Aeropuerto
Internacional de Narita, en Japón.
Increíblemente en el aeropuerto mexicano
nada les dijeron, pero a su arribo a Dallas les indicaron que su vuelo estaba
cancelado por un tifón, que mas sin embargo pudieran intentar en otro vuelo de
American Airlines que salía un poco antes. Sin embargo, como un tifón es un
tifón y la magnitud del Hagibis era de una intensidad que en Japón no se había
sentido en seis décadas, esa otra alternativa también resultó vana.
El verdadero sufrimiento apenas empezaba,
pues para llegar a que les ofrecieran alguna alternativa tuvieron que pasar
nueve horas mientras los desbordados empleados de la aerolínea atendían a
cientos de pasajeros antes que ellos. Finalmente, en lo que pareció más una
maniobra de American para quitárselos de encima, les ofrecieron un vuelo a Japón
por la rival United, pero que salía de Houston hasta el día siguiente.
Desesperados, aceptaron. Llegaron ahí, mal durmieron en un magnífico hotel de sólo
sesenta dólares dentro del aeropuerto, pero, desconfiados, madrugaron y se
dirigieron a los mostradores de United, donde con sorpresa les dijeron que ¡cómo
American se había atrevido a hacer eso con ellos!, que el fenómeno
meteorológico era de una magnitud inimaginable y que por supuesto todos los
vuelos con destino a Japón estaban cancelados para ése y los siguientes días,
que regresaran con American para que les resolviera su problema, lo cual los
confirmó en la idea de que en Dallas únicamente habían querido librarse de
ellos. Y de muchos más, seguramente.
Se dirigieron al mostrador de American
y, como no todo está podrido en Dinamarca, se toparon con una muy eficiente y
empática empleada de la aerolínea, Elisa Flores, que no sólo les reprogramó
todo su viaje a Japón para fechas posteriores, sino que, apenadísima, les dijo
que los tenía que regresar a Dallas en ese mismo instante dado que era el único
aeropuerto del que podrían emprender ¡su inmediato regreso a León, Guanajuato!
En números redondos, perdieron una
semana, pues salieron de nuevo del Aeropuerto Internacional del Bajío el
miércoles 16 de octubre, pero ahora volando por United y con destino a Houston,
de donde partieron a Japón en un vuelo de All Nippon Airways (ANA) administrado
por la misma United. El regreso será, ni modo, por American el próximo 28 de
octubre, llegando a León el 29.
Lo que más indignó a Carolina durante su
estancia en Dallas fue el trato preferencial que los empleados de American
daban a los pasajeros de sus clases primera y de negocios, a los que hasta
solícitos iban a buscar, y cuando mi hija se aproximaba, desesperada, a uno de
dichos empleados queriendo saber algo, de inmediato la paraban en seco con la
pregunta: “First class or business?”.
Ante la negativa de mi hija, ellos respondían con un displicente: “Oh, no, no, no, you should stay there”, y
continuaban con su servil búsqueda. ¡Idiotas -pensaba Caro- sin el negocio que
representa la clase turista sus avioncitos jamás despegarían!
Por cierto, la resiliencia con la que mi
hija y su novio manejaron toda la situación es de reconocerse, al extremo que
éste, volviéndose hacia aquélla, le musitó cariñosamente al oído: “No sé qué
hubiera hecho yo sin ti”, pues Carolina es de armas tomar. Sin ir más lejos,
hoy en la mañana mi esposa recibió por las redes sociales el siguiente
enternecedor mensaje de una desconocida madre (respeto sintaxis original): “Hola
buenas tardes, disculpe mi atrevimiento. Antes que nada le quiero decir que
admiro mucho a su hija, la calidad de persona que se ve que es. Trabajadora,
brillante, muy educada. Es por esta razón, y espero que no le sea raro de mi
parte, quería preguntarle si usted tiene un tip como madre, para criar a sus
hijos de una manera tan espectacular. Se lo pregunto como madre de dos bebés.
Me encantaría que mis hijos fueran tan geniales como Caro… Espero que no le
incomode mi mensaje, sé que es raro pero creo que no pierdo nada al buscar su
consejo”.
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