jueves, 6 de febrero de 2025

Me quedé sin habla

En lo que más destacaba yo en mis años mozos era en matemáticas y en lengua y literatura. Y no es que destacara, sino que más bien era lo que me gustaba, a tal grado que me soñaba siendo un respetado periodista o escritor o un eminente matemático, pero cuando comentaba en casa mis preferencias y  mocionaba nombres como los de la Facultad de Filosofía y Letras o de la de Ciencias, me paraban en seco y me desilusionaban: en ese caso, mejor inscríbete en la Nacional de Maestros, es para lo único que te va a alcanzar; estudia mejor arquitectura o ingeniería, “algo que deje” (literal).

Por aquel entonces cursaba yo lo prepa y un buen día llegó un compañero con el anuario de la UNAM y me mostró el programa de estudios de actuaría, carrera que yo jamás había oído mentar, recalcando que el currículo incluía primordialmente matemáticas y unas cuantas materias administrativas, y que los graduados en la disciplina se volvían invariablemente millonarios. Además, ¡se cursaba junto con físicos y matemáticos en la bienhadada Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional! Esto bastó para que convenciera a los escépticos de la casa una vez que les hube explicado “todo”.

Y aquí me tienen, esperando aún la riqueza que me llegaría a raudales. Y no, no es que no fuera cierto lo que mi condiscípulo dijo, pues sé de compañeros que se volvieron inmensamente ricos (y en dólares) poniendo en práctica sus habilidades en el extranjero. Es cuestión de talento, algo de lo que yo siempre he carecido.

En cuanto a lo de la escritura, ahí sí que ya ni cómo reversar lo irreversible, y aquí estoy, recetándoles a ustedes mis inconsecuencias, aunque, eso sí, cada vez menos frecuentes. Máxime que hay ocasiones en que me niego a salir del fraccionamiento donde vivo por días enteros; vamos, hasta he dejado de ir a correr, y así, pues de qué fregados quieren que escriba, ¿verdad?

Lo único que salva todo este escenario es la lectura, y aun así, hay ocasiones en que uno se topa con cada bodrio, premiado y laureado, que cree perdido hasta este excelso placer.

Como digo, me quedé sin habla, pero ustedes sabrán comprender.

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