… ni muchísimo menos. Me atengo a comentar con ingenuidad los libros que leo, no como los sesudos intelectuales en publicaciones culturales de alcurnia, que cuando se termina de leerlos a propósito de un libro que también uno leyó, no queda más que exclamar con sorpresa: ¡ah, chinga!, ¿estará hablando del mismo libro que yo leí y tanto disfruté?, no creo. Dicen que atrás de cada crítico acerbo se esconde un escritor frustrado; sé de varios casos.
Pasando a lo mío, acabo de leer la abrumadora y exuberante novela total (el calificativo corre por mi cuenta) de Charles Dickens La casa desolada, que se extiende la friolera de mil 187 páginas, y en la que se da cuenta de las vicisitudes de cuatro personajes principales: John Jarndyce y tres jóvenes y maduros pupilos huérfanos bajo su tutoría: Esther Summerson, heroína de la historia y narradora en primera persona de buena parte del relato, su queridísima amiga Ada Clare y la futura pareja de ésta Richard Carstone. En torno a ellos va tejiendo el autor la más intrincada y compleja red de historias que los involucran a ellos con decenas de personajes más, de todas las clases sociales, desde los más miserables hasta los más prósperos.
A lo largo de toda la novela se habla de un pleito legal, Jarndyce y Jarndyce, que nunca se resuelve sino hasta el final, y que constituye una inmisericorde crítica al sistema de justicia inglés de la época de Dickens, pleito que llega incluso a confrontar a Jarndyce con su ex pupilo Carstone, al que llama primo, por una disputa hereditaria cuyos costes, ambos están conscientes, consumirán la totalidad de la herencia en discordia.
Pero lo anterior es sólo parte de la narración, pues también se da cuenta del inverosímil y dramático encuentro de Esther con su madre, lady Dedlock, y su trágico final, y numerosas crónicas más que dan pie a que la historia total tenga lugar. Crónicas a cual más de interesantes y absorbentes, reseñadas en buena parte por un narrador omnisciente en tercera persona que se alterna con Esther en la compleja estructura de la novela.
Un libro totalmente distinto a los anteriores que del mismo autor había leído, y quizá no mejor, habiendo sido incluso tentado en un momento preciso a abandonar su lectura, pues es normal que un escrito tan extenso tenga variaciones en cuanto a su calidad literaria. Pero qué bueno que no lo hice, ya que realmente valió la pena dicha lectura, a pesar de lo que autores tan connotados como Oscar Wilde, Henry James y Virginia Woolf opinan de Dickens, según Wikipedia: se quejan de su falta de profundidad psicológica, su escritura floja y su sentimentalismo. Sin embargo, yo me quedo con lo que los no menos célebres Tolstoi, Chesterton, Orwell y Tom Wolfe elogian de él: su realismo, su comedia, su estilo de prosa, sus caracterizaciones únicas y su crítica social, según Wikipedia, nuevamente.
En efecto, Dickens no es Dostoievski, pero, ¡ah, cómo he disfrutado todo cuanto he leído de él, incluida La casa desolada, aquí en reseña!
Perdón por comentarla hasta ahora, pero me llevó un buen rato finalizarla.
¡Feliz año!