jueves, 11 de mayo de 2023

Entre el bisturí y la pared

De no haberse cruzado en nuestro camino el viaje a San Miguel, a mí ya me habrían mutilado la vesícula, pero de regreso empecé a cuestionarme el plazo perentorio que un médico privado (el bisturí) me había dado para hacerlo. Lo primero que hice fue preguntarle a ChatGPT si era la única alternativa para terminar con los lodos biliares, y textualmente respondió:

No, la extirpación de la vesícula no es la única alternativa para tratar los lodos biliares. Los lodos biliares son pequeñas partículas sólidas que se forman en la bilis, un líquido producido por el hígado que ayuda en la digestión de las grasas. A menudo, los lodos biliares no causan síntomas y se descubren durante un examen médico de rutina.

En algunos casos, los lodos biliares pueden causar dolor abdominal, náuseas y vómitos, lo que se conoce como cólico biliar. Si los síntomas son leves, se pueden tratar con cambios en la dieta y medicamentos para disolver los lodos biliares. Si los síntomas son graves o si hay complicaciones, como infección o inflamación de la vesícula biliar, puede ser necesario extirpar la vesícula biliar. Sin embargo, esto no siempre es necesario.

Por lo tanto, si tiene lodos biliares, es importante hablar con su médico para determinar la mejor opción de tratamiento para su caso en particular.

Por otro lado, mi queja contra el IMSS (la pared) rindió frutos y ellos mismos me consiguieron una cita con mi médico familiar para el martes pasado, 9 de mayo. Me atendió una doctora muy competente que, al mencionarle yo el motivo de mi visita y mostrarle la placa del ultrasonido con mis lodos biliares, me espetó: “Los lodos biliares no son operables, no haga caso de quien quiera extirparle la vesícula por esa razón, pues una dieta rigurosa basta para arreglar el problema”. Acto seguido, me dijo que le preocupaba más mi nivel de antígeno, y de inmediato procedió para que se me diera una cita con el urólogo para una fecha tan próxima como el jueves 25 de mayo, lo cual es muy encomiable tratándose de medicina social, y lo que uno esperaría recibir siempre.

El médico privado que nos atendió en primera instancia (Elena me acompañó) terminó su exposición en computadora sobre mi caso con una lista de precios estratosféricos sobre cuatro alternativas de solución, en la que obviamente destacaba, por “módica”, la laparoscopía que él practica, y que casi casi lo invita a uno a tenderse panza arriba sobre su escritorio y exclamar: “¡Muy bien, doctor, adelante!”.

Afortunadamente en este caso la “pared” se ablandó lo suficiente como para brindarme un servicio de excelencia que ya agradecí puntualmente al director general del IMSS.

¡Nobleza obliga!

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