miércoles, 11 de mayo de 2022

Sharon Stone amaba a Octavio Paz

El fuego original y primordial, la sexualidad, levanta la llama roja del erotismo y ésta, a su vez, sostiene y alza otra llama, azul y trémula: la del amor. Erotismo y amor: la llama doble de la vida.

La llama doble, Octavio Paz

Hace un par de años, Ángel Gilberto Adame, periodista y escritor, autor de dos libros sobre Octavio Paz, publicó un artículo en el que asienta que en 1996 el Paris Match le dedicó la portada y le realizó una entrevista a Sharon Stone (de 38 años entonces) en su época de mayor esplendor, y que cuando el reportero la inquirió sobre quiénes eran los hombres que amaba, ella respondió: Magic Johnson, el Dalái Lama, Octavio Paz (82 años), Gerard Depardieu y Jack Nicholson.

El año anterior, Stone intentó contactar al poeta para invitarlo a cenar, aprovechando que los dos se encontraban en Atlanta, ella filmando una película en Savannah y él en las Olimpiadas Culturales. Complicaciones de agenda hicieron imposible el encuentro, pero Paz se comprometió a enviarle unos libros autografiados, lo cual finalmente ocurrió por interpósita persona en la editorial Vuelta y sin la firma autógrafa del autor. Sharon le envió un último mensaje de agradecimiento a Paz por los libros, que obra en poder de Princeton. Pero más importante que éste es la declaración de la actriz al Match sobre don Octavio: “Me enciende el alma. Un amigo me dijo que debería dejar de hablar de él. Me veo como una estúpida estrella que quiere demostrar que ha madurado. Si lo conociera, podría enamorarme locamente. Cuando un hombre es así de excitante intelectualmente, te nutre sensualmente, independiente de su edad”, donde apareció también una foto del escritor con una provocativa nota: “He sets my main on fire”.

Según Christopher Domínguez Michael, cuando José Marie Tramini, esposa del poeta, fue inquirida sobre el panicular, respondió “que tras haber competido con sor Juana ya nada la arredraba”.

Adame afirma que los libros favoritos de Sharon Stone escritos por el poeta son La llama doble y Árbol adentro, que seguramente leyó en español, pues domina el idioma y estudió Artes y escritura creativa en la Universidad de Pensilvania.

Picado por el gusanillo, ni tardo ni perezoso, compré La Llama doble, un ensayo sobre el amor, ya que el otro es únicamente poesía, a la que no soy tan afecto. Lo hice no tanto para tomar ideas sobre cómo seducir a Sharon, después de todo tengo apenas 72 y ella hermosos 64, sino para descubrir el poder de seducción del escritor. Paz se adentra en los intríngulis del amor, pasando revista a todos los autores de la humanidad cuyas obras versan sobre esta pasión, así como sus héroes, y los filósofos y sociólogos que se han interesado sobre el particular. Y lo hace, como acostumbra el ensayista, con una erudición y sabiduría tan arrolladoras que termina uno, literalmente, deprimido, por el tiempo que se necesitaría para leer y estudiar todo lo que el poeta abarcó durante su vasta existencia.

Compara, por ejemplo, al amor con la amistad, sus rasgos comunes y sus diferencias, y concluye que el hombre, no la mujer, es más proclive a ella por razones culturales, por haber estado confinada ésta tradicionalmente a espacios más reducidos donde se dan con mayor facilidad los chismes, las envidias, los celos, las traiciones y los rencores.

También dice que uno de los golpes bajos que recibe nuestra noción del amor son la pornografía y el  excesivo comercialismo de nuestra época. Ojo, Paz terminó de escribir este libro en mayo de 1993 (¡hace casi treinta años, a los 79 de edad!), después de que en 1965 abandonara un primer intento por hacerlo, para retomarlo en marzo-abril de 1993 y terminarlo de un tirón los primeros días de mayo.

Uno de los pasajes más hermosos, ya casi al final, es cundo dice que el amor se transforma no en piedad sino en compasión, y para ello recuerda lo que Unamuno, ya viejo, afirmaba: “no siento nada cuando rozo las piernas de mi mujer pero me duelen las mías si a ella le duelen las suyas”, y sugiere que deberíamos reintroducir en nuestra lengua la palabra compathía, que es el término que mejor describe dicho sentimiento.

Con todo, me quedo con el penúltimo capítulo, el más extenso del libro, una digresión que pareciera no tener mucho que ver con el contenido general de la obra, pero en el que el autor se empeña en decir lo contrario. Aun así, fascinante. Resulta premonitorio de lo que Yuval Noah Harari escribiría más de dos década después. Si fuera malpensado, hasta plagio pudiera aducir de parte de éste. Para que tengan una idea de los tópicos que Paz se “atreve” a tocar en dicho capítulo, les recomiendo: http://blograulgutierrezym.blogspot.com/2021/08/singularidades.html .

¡Carajo, cómo no va una (lenguaje inclusivo) a enamorarse así de Octavio Paz!

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