martes, 6 de abril de 2021

Reconciliándonos con la vida

Después de tanto esperar, el arribo de la vacuna contra el covid a León, Guanajuato, provocaba en mí un hondo escepticismo, no sólo por la dilación en su llegada, sino por ser el estado una entidad de color azul profundo y, en consecuencia, quién sabe cómo sería el manejo de la logística con Guardia Nacional y servidores de la nación de por medio. Desde luego, le advertí a Elena, cuando inicien las jornadas de vacunación, el lunes 5 de abril, no vamos, aunque tú, a tus tiernos 55, ni necesidad tengas, comparados con mis otoñales 71.

Desde el domingo en la noche nos enteramos del caos que se estaba generando, con gente formándose en los 43 centros de vacunación abiertos para tal fin para pasar ahí la noche y buena parte del día siguiente. Las noticias en el periódico ese lunes 5 y el martes en la mañana no eran más que la confirmación de mis peores temores. No obstante, este último día en la tarde, alrededor de las 14:30, le dije a mi esposa: ahora sí vámonos, pero a un centro de los marginales y dejados de la mano de Dios. Fue así como nos enfilamos a uno por los rumbos de la Biblioteca Infantil Imagina, ahí donde mis hijos cumplieron su servicio social ayudando a los niños más necesitados de la región.

Pues bien, arribamos al centro cerca de las 3 de la tarde y a las 15:16 (esta hora anotaron en una cinta adhesiva que pegaron en el dorso de mi mano derecha) ya estaba yo vacunado, y tras la rigurosa media hora de espera, a las 15:46, corroborada contra dicha cinta, ya íbamos de regreso a casa. Todo en el más riguroso orden y sin ninguna molesta intromisión ni de Guardia Nacional ni de servidores de la nación, a pesar de, o más bien debido a, su discreta presencia.

Lo anterior demuestra que los únicos responsables del caos que menciono arriba somos los propios ciudadanos, pues la organización que yo experimenté -por lo menos en ese centro, ese día y a esa hora-, junto con la entrega del personal médico y administrativo que le apoyaba, fueron impecables.

De veras, dan ganas de reconciliarse con la vida, aunque mejor debiéramos hacerlo con y entre nosotros mismos.

¡Gracias Federación, gracias Gobierno del estado, gracias municipio de León, pero sobre todo, gracias México por transmitir esperanza en medio de tanta adversidad!

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