jueves, 9 de abril de 2020

Evento catastrófico

Siempre me obsesionó el riesgo catastrófico que uno corre por el simple hecho de existir. El ejemplo prototípico es el cáncer. Por ello, siempre busqué cubrirme y proteger a los míos contra tal riesgo, de ahí mi búsqueda desesperada por los seguros de gastos médicos mayores que nos previnieran de una pérdida patrimonial ante un evento de esa naturaleza. Y mientras todo marcha bien, uno se siente como con la tarea hecha: nada ni nadie podrá perturbar su tranquilidad, pues ya hay alguien más que se ocupará de pagar las consecuencias ante dicha calamidad. Hasta que ocurre lo impensable y no previsto. Sí, la maldita pandemia, que si bien no socava nuestro patrimonio con la misma celeridad que un cáncer, ¡ah, cómo se le parece!, y sin seguro que nos proteja contra siniestros de este tipo.

El lunes pasado, 6 de abril, tuvimos que cerrar “temporalmente” nuestro negocio, después de ¡doce años ininterrumpidos de operación!, que acabábamos de cumplir apenas una semana antes. Pero no sólo eso, sino que ante la gravísima situación que viven el país y el mundo entero, tuvimos que vaciar la tienda por completo, previendo que se pudieran dar disturbios y saqueos que entonces sí pondrían en jaque nuestro haber con la velocidad de una enfermedad catastrófica.

Si ya de por sí marzo fue el peor mes de los 144 que hemos sobrevivido -¡valiente manera de celebrar nuestro aniversario!-, los que se vienen ahora muy probablemente sean de cero ventas o algo muy parecido a ello. Y mientras tanto, los ahorros mermándose. Pero cómo le hacen, ¡por dios (así, con minúscula)! quienes viven al día. ¡Qué desesperación y qué angustia, me cae!


Y no hubiera querido yo caer, de nuevo, en el manidísimo tema de la 4T, pero no queda de otra, pues no es únicamente que el señor López y su fiera mastina en el SAT, la señora “Buen”-rostro, no quieran otorgar un periodo de gracia a las empresas para el pago de impuestos, amenazándolas incluso con proceder judicialmente contra ellas si no lo hicieran en tiempo y forma, sino que lo que prometieron devolver en tres días a quienes tuvieran saldo a favor en sus declaraciones de impuestos, lo están haciendo perdidizo a los contribuyentes cumplidos, amenazándolos incluso mediante su buzón tributario para pagar un dinero que no deben, ya que salieron a favor en sus obligaciones fiscales. ¿Y quién se atreve a proceder judicialmente contra tales raterías y quedar permanentemente marcado ante esta moderna inquisición?

En particular, yo presenté puntualmente mi declaración el miércoles 1 de abril de 2020 a las 14:14, con saldo a favor, y es hora, hoy domingo, en que no se me devuelve nada aún. Afortunadamente, tampoco he recibido amenaza alguna a través de mi buzón tributario. ¡Menos mal!

Nosotros, por lo pronto, decidimos seguirle pagando íntegro su sueldo a Scarlet, nuestra empleada, pese a que se encuentre recluida en su casa.

Gracias a dios (¡otra vez importunando éste!) cuento con el apoyo incondicional de la Dulce Elena (aquí sí con mayúsculas), quien, brava como ella sola, se ha dado la maña suficiente para vender incluso con la tienda cerrada. Hoy en la tarde hizo su primera entrega y nos llenó de gozo a todos en la familia.

Como le dije anoche, es la mejor cosa que me ha pasado en la vida, and I mean it!

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