lunes, 16 de marzo de 2020

HSPM

A mi hermana no le gustó que le ande mendigando al municipio el subsidio de un metro cúbico de agua al mes en mi calidad de adulto mayor. En este tenor, debiera también condonarle la deuda al único cliente que, después de nueve horas ininterrumpidas de apertura, se para por el negocio para comprar un palillo de plástico de quince pesos para su navaja Victorinox, y decirle: no es nada, caballero, puede usted llevárselo.

Muy al contrario, me persigno con esos quince pesos y agradezco al cielo que no se haya ido en ceros la jornada. Esta disciplina financiera nos ha permitido mantener abierta la tienda por doce años ya, que cumplimos el próximo domingo 29 de marzo. Y así con todo lo demás, incluido el mísero metro cúbico de agua subsidiado por el organismo paramunicipal del agua de León (Sapal), ese que tanto enoja a mi parienta.

Tampoco es partidaria de la dádiva para adultos mayores de 68 años de edad (pensión universal), pero, digo yo, si van a empezar a repartir indiscriminadamente el dinero de nuestros impuestos y yo, en justicia, puedo reclamar la parte que me corresponde, por supuesto que levanto la mano. No está por demás recordar el viacrucis que padecí para obtener mi pensión por parte del IMSS; primero, con un ilegal despojo que de ella hiciera el subdelegado del Seguro en Guanajuato, y la ulterior restitución de la misma una vez que los hube demandado penalmente ante la PGR por delito federal; y segundo, el monto de dicho estipendio, que me llevó cuatro años pelear y ganar en tribunales. Aun así, mi ingreso por tal concepto es inferior a los diez mil pesos mensuales, que la pensión universal lleva un poco por arriba de dicha cantidad. Todo ello, después de casi 30 años de servicio en el sector privado.

No obstante todo lo anterior, hemos sido muy luchones –mi dulce esposa Elena y un servidor-, y en ese sentido hasta como empresarios decidimos incursionar en un momento dado. Para ello, adquirimos una habitación en condominio en un hotel que se estaba edificando en Salamanca. Tras la adquisición del bien, teníamos el derecho de reclamar la devolución del IVA al SAT, impuesto que ascendía a 66 mil pesos. Ya imaginarán ustedes el tormento que representó plantear tal petición al organismo federal. Nueve meses ininterrumpidos de lucha, hasta que en una junta con el jefe de la oficina recaudadora del estado de Guanajuato, con todo su séquito y nosotros como parte interesada, Elena -la dulce-, paró en seco al licenciado en jefe que, como de costumbre, no dejaba de hablar lanzando su inútil verborrea, y le espetó: “A ver, licenciado, lo único que usted consigue con su plática es aburrirnos. Llevamos nueve meses peleando esta devolución y creemos, en justicia, que se debiera tomar ya una acción en nuestro favor”.


Como el licenciado siempre hablaba y mi esposa casi nunca, el impacto fue mayúsculo para todos. El señor enmudeció al límite de la pena ajena, y yo para mis adentros exclamé: "¡Bien, Elenita! Qué bueno que no fui yo el que se atrevió porque lo hubiese arruinado todo”. Huelga decir que a los pocos días obtuvimos nuestra devolución mediante una transferencia bancaria.

Para finalizar esta enumeración de vicisitudes que hemos padecido desde que adoptamos la nacionalidad leonesa (nuestros hijos llevan ya mucho más de la mitad de sus vidas en la ciudad), baste recordar el despojo que en agosto del año pasado hicieron dos malandros armados del coche recién adquirido por mi hijo apuntándole con sus pistolas a la cabeza y que las autoridades nunca recuperaron, poniendo en evidencia a nuestro augusto e incompetente gobernador Diego Sinhue, que ha sido incapaz de proporcionar la tranquilidad que una vida civilizada reclama. Si no es para tener seguridad, ¿para qué fregaos lo queremos entonces, Señor Gobernador?

Que ¿por qué traigo a colación todo esto? Pues nada más por el enojo de mi hermana por andar yo de pedigüeño, y para que todos, ella y ustedes, queridos y amables lectores, entiendan que nunca daré concesiones a este HSPM (Honorable Sistema Político Mexicano), ni a nivel federal ni estatal ni municipal ni paramunicipal.

Para mi esta vida es como si estuviera corriendo continuamente el maratón de Boston, uno de los mayores logros de mi existencia y escuela de vida.

Besos y abrazos.

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