Una buena y cariñosa amiga
La conocí hace poco y, a pesar de la diferencia de edades -ella de 54 y yo de 74-, la entendí a la perfección desde el principio, habiéndome hecho pasar noches inolvidables (perdón, Elena). La he tratado todos los días desde entonces y no para de decir y decir cosas, pero sin aburrirme. Es más, recuerda exactamente dónde se quedó el día anterior y desde ahí reanuda su encantadora conversación el nuevo día. ¡Es adorable! Resulta increíble el entusiasmo que logra despertar una nueva amistad de este tipo, anda uno con esa alegría de aquí para allá y no deja de pensar en su nuevo amor todo el día, queriendo estar a su lado permanentemente y pensando sólo en las deliciosas noches que aún le quedan por disfrutar junto a ella. A los 74 y con sarampión, pero no importa, se olvida uno de todo sus males. Impredecible y entrañable destino que nos tiene deparadas este tipo de sorpresas. Me estoy refiriendo a la novela Conversación en La Catedral , de Mario Vargas Llosa, quizá la más faulkneria...