… y no, no de veinte años a la fecha que llevo en León, sino de toda la vida: la lectura de periódicos. Comprenderán entonces el trauma de pasar de los extraordinarios diarios que se publican en la capital del país al diario local de mi ciudad adoptiva, que para cuando yo comencé a leerlo tenía ya 25 años de existencia y que en mayo pasado cumplió 45. Es un rotativo de refritos y columnas sindicadas de otras publicaciones, incluidas Reforma, El Universal, El País, The New York Times, The Wall Street Journal, Proceso… you name it, que ni siquiera criban editorialmente, pues cuando he reclamado directamente a los autores de las mismas por groseros errores en ellas, me mandan al carajo, pues las publicaciones originales ya fueron corregidas con la venia de los autores o, si el error es muy obvio, ni siquiera con su consentimiento, sino simplemente con un trabajo de edición pulcro e implacable de Reforma y adláteres, que el periódico leonés no practica.
Las dos agencias informativas en que el cotidiano del que hablo basa su información son las de los ya citados Reforma y El Universal, de los cuales se vuelve aquel un auténtico e impudoroso clon. Aun así, sus páginas son un día sí y otro también un catálogo de errores de todo tipo: ortográficos, sintácticos, tipográficos y de exactitud en la información, al grado de que ya les recomendé que añadan a sus cuatro secciones habituales (primera, opinión, deportes y espectáculos) una quinta de fe de erratas del día anterior, que claramente sería la más voluminosa y divertida. Más aún que los dos o tres espacios diarios de Catón (Armando Fuentes Aguirre) en plena sección editorial, y cuyas estupideces no arrojan ninguna luz sobre los problemas nacionales que acucian a México. Espacio miserablemente desperdiciado, pues.
Hace unos días se anunció el cambio de su director general y yo abrigué algunas esperanzas, pero las deseché de inmediato, pues el sucesor es su hijo, mientras que el padre se inventó el puesto de Presidente del Consejo de Administración (whatever that means), fanfarrias incluidas.
Aun así, todas las mañanas lo leo mientras desayuno para tener una idea del acontecer local, nacional e internacional, y, acto seguido, desplazarme hacia mi computadora, tableta y celular para profundizar esa aproximación inicial con las versiones en línea de El Financiero y El Universal. Bueno, pues ni así me trata bien “mi” periódico, ya que al momento de renovar la suscripción anual hacen unas cuentas raras y argumentan que como el periódico no se publica dos días festivos al año harán el ajuste correspondiente al momento de dicha renovación, es decir, si yo renuevo el 30 de noviembre, la nueva suscripción abarcará únicamente hasta el 28 del mismo mes del año siguiente, cuando debería ser todo lo contario y extenderla hasta el 2 de diciembre. Así, en veinte años de asiduo lector, ¡me han birlado cuarenta ejemplares!, gazapos incluidos por el mismo precio.
Es inverosímil que un diario con casi medio siglo de existencia resulte tan de pésima factura, a pesar de las continuas encuestas entre sus lectores y suscriptores para que sugieran cómo mejorar la publicación. Hay maderas que no agarran ningún barniz.
Tienen muy pocos colaboradores locales y los relegan a secciones secundarias o a los fines de semana. Por otro lado, han prescindido en tiempos recientes de las columnas de connotados editorialistas de fama nacional e internacional, como Mario Vargas Llosa, del que publicaban cada quince días un soberbio ensayo sobre los más diversos tópicos, pero también de Sergio Aguayo, Federico Reyes Heroles, Jorge Suárez-Vélez, todos, huelga decirlo, siguen escribiendo en sus publicaciones de origen. Recuerden, nuestro periódico es uno de refritos, pero tal parece que ya no le alcanza para pagar sus colaboraciones otrora habituales.
Todo lo anterior no es por joder, sino con la intención de que verdaderamente mejoren. Recuerden que yo colaboré con ustedes varios años sin cobrar un solo centavo y que únicamente me inconformé y marché cuando intentaron censurarme. Y no respiro por la herida, es simplemente con el afán de ayudar, de otra manera no estaría dedicando mi valioso tiempo a pergeñar estas líneas.
Ojalá el júnior ayude a llevar el periódico a buen puerto y a ser un referente nacional en su primer medio siglo de existencia en 2028 y, aunque no soy devoto de su versión en línea, a hacerlo también a nivel internacional. Como dijo el muchacho en su carta de presentación: amén.