lunes, 6 de junio de 2022

Sweet Caroline

Pues se nos casó Carolina, hombre. Apenas el sábado 4 de junio de 2022 en la ex Hacienda Ibarrilla, un soberbio lugar para un evento así, en León, Guanajuato, por supuesto. Tan pronto concluyó la ceremonia pagana, propia de una familia orgullosamente atea, y después de las emotivas palabras de las madres de los contrayentes, me animé yo a tomar la palabra en los siguientes términos: “Hace treintaitrés años conocí a la persona más extraordinaria de mi vida y me casé con ella. Tres meses después fui enviado por IBM de México a un centro internacional de soporte técnico en Raleigh, Carolina del Norte, donde pasé los mejores dos años y medio de mi existencia junto a Elena. Tan bien nos la estábamos pasando que un buen día le propuse que manufacturáramos un bebé, con lo cual estuvo de acuerdo, pero eso sí, le advertí, si es niña, le pondremos como el lugar donde nos encontramos. ¿Raleigh?, preguntó Elena. No, no, no, mujer, ¡Carolina! Así que nos pusimos, no manos, sino cuerpos a la obra.

“Poco después, mi esposa quedó embarazada, y más tarde nos enteramos de que era niña el producto, por lo que desde el seno materno comenzamos a llamarla por su futuro nombre. Hola, Carolina, ¿cómo amaneciste el día de hoy? Qué tal, Carolina, ¿cómo te la has pasado? Buenas, noches, Carolina, que descanses. Y Carolina para arriba y Carolina para abajo, de tal suerte que la estratagema dio resultado, pues ya en andadera, la criatura nos obsequiaba su sonrisa más espléndida cuando la llamábamos por su nombre. Con esto quiero decir que Caro fue un elemento esencial, junto con Elena, en mi ingente felicidad de aquellos añorados tiempos.

“Y hoy te digo, Carolina, que bien podrías contribuir a que estos años postreros de mi existir volvieran a adquirir aquellos matices de esplendor con un par de bisnietos, digo, porque a mi edad ya no estoy para tener nietos, sino bisnietos, por lo que los conmino a ti y a Juan Martín a poner cuerpos a la obra y les deseo muchas felicidades”.

No diré que estalló una ovación cerrada de la concurrencia, pero por lo menos cumplí con mi deber de una manera digna y volví a mi asiento muy ufano.

Algunos amigos y conocidos de la pareja también se atrevieron a hablar y justipreciar las enormes virtudes de los contrayentes. Fue impactante escuchar cómo se referían encomiásticamente a los asombrosos atributos de la novia, incluido el mismo Juan Martín, al que se le quebró la voz nada más de recordar la forma en que Caro lo “rescató”.

Obviamente yo no cabía de orgullo en la silla. El que sí de a tiro se puso como la Magdalena fue el hermano, Raúl “chico”, que prácticamente contagió a todos los presentes, haciendo el sincero encomio de la fraterna.

Esta primera parte del festejo concluyó con la ceremonia civil, la que otorga legalidad a la unión frente al Estado, ni más ni menos.

Por lo demás, fue un evento maravilloso, de esos que a mí no me gusta disfrutar ya desde hace muchos años, pero este fue tan especial que no me quedó de otra. Con mis queridos sobrinos de Querétaro compartiendo conmigo, y Lalo hasta plantándome un beso en la cabeza musitándome al oído lo “especial” que soy, y mi sobrina Mariana, la consentida, su hermana, a la que tanto quiero desde chiquilla, y ahora ya con sus encantadores hijos Sebastián y Mateo. Y la gran ausente, su madre, mi amantísima hermana Cecilia, que ya tampoco quiere saber mucho de la vida, como yo. La extrañamos, lo mismo que a Reyes, mi cuñado.

Es increíble la cantidad de gente buena que se acerca a uno durante las más de ¡doce horas! que dura el evento para hacer el elogio de la familia toda, destacando el magnífico trabajo que, dicen, hemos hecho con los hijos. De verdad, le parten a uno el corazón y dan ganas de besarlos a todos.

Los jefes de Caro, los Cuadra, estuvieron presentes durante todo el festejo. Pancho, el jefe de jefes, recientemente galardonado por el gobernador con el premio de la CICEG, bailando desinhibidamente, y Daniela, su jefa directa, un poco más discreta.

Bueno, hasta yo bailé Sweet Caroline, con mi primogénita, como parte de las formalidades del evento, aunque ya luego me seguí por cuenta propia con Elena, sobrinos y cuantos se dejaran, Suzette y la encantadora Renée, por ejemplo.

Definitivamente un coctel así es más gratificante que un vuelve a la vida. ¡Gracias, dios mío, aunque no crea en ti!

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