A propósito de naderías
Hace más de medio siglo solía ir con mi primo Lorenzo, cinco años mayor que yo, a presenciar los partidos de la Liga Mayor de futbol americano colegial, conformada por Chapingo, Poli Blanco, Poli Guinda y Universidad, a una sede alterna al Estadio Olímpico, el mal llamado Estadio de la Ciudad de los Deportes, que décadas después terminó llamándose Azul por ser la sede de un equipo de soccer de cuyo nombre no quiero acordarme. El cerrojazo de la temporada lo constituía el encuentro entre los Pumas de la Universidad y una selección del Poli conformada por los mejores jugadores del Guinda y el Blanco. Como buenos fanáticos de los auriazules, nos aposentamos en la tribuna destinada a los universitarios en un estadio lleno a su máxima capacidad, la mitad de la cual correspondía a los politécnicos, justo enfrente de nosotros. Como era el final de la temporada, al medio tiempo se acostumbraba despedir a los jugadores que habían completado su “elegibilidad”, es decir, a quienes habían cumpli...