En esta ocasión, cedo la palabra a Mi Mejor
Amiga:
Todo empezó la segunda semana de enero
de 2020 cuando visitaba a una amiga mía en la Ciudad de México. Encendí mi
celular en el cuarto del hotel donde me hospedaba y abrí la página de El
Universal, como regularmente hago todos los días desde mi computadora,
pero en el terruño, León, Guanajuato. Llamó mi atención no la noticia
principal, sino una de las secundarias, que decía más o menos lo siguiente:
“Nueva amenaza contra la salud preocupa a los chinos: el coronavirus”. Ahora
con ésta, dije para mis adentros, qué bueno que sea tan lejos, exactamente como
nos pasó a nosotros con el AH1N1 en 2009, ojalá que los orientales la libren
más o menos tan rápido como nosotros en aquella lejana época. Y me olvidé del
asunto y fui a comer con mi amiga.
Todo parecía bajo control, y enero y
febrero parecían confirmarlo, pues fueron meses normales en el negocio, con
ventas aceptables, pero en marzo pareció detonarse la paranoia y, de nuevo, el
negocio era el mejor indicador: el peor mes en más de una década. Lo que
parecía un fenómeno lejano ocho semanas atrás ¡se convirtió en una pandemia no
a nivel regional, sino mundial! Yo trataba de pasar desapercibida en la tienda
para que las autoridades no se dieran cuenta y me obligaran a cerrar, y lo conseguí,
ya que ni los clientes se paraban por ahí.
Pensé en cerrar y solicité al
administrador de la plaza donde se ubica mi changarro la condonación de la
renta, pero me dijeron: señora, mientras las autoridades no den orden en
contrario, usted debería seguir despachando en su negocio. Claro, ellos no se
podían dar el lujo de perder lo que a mí me estaba costando tanto trabajo
ingresar. Hasta que no hubo de otra y, finalmente, el lunes 6 de abril de 2020
cerré la tienda, tras haberla vaciado por completo, pues no podía permitir, con
el miedo que se estaba desatando entre la ciudadanía, que disturbios y saqueos
terminaran con mi patrimonio.
Abril no sólo fue el peor mes de toda la
historia de mi amado lugar de trabajo, sino uno de cuantiosas pérdidas
económicas y con un panorama desolador para los meses y años por venir. ¿Qué
hacer sin esta fuente principal de ingresos? Mis ahorros no son tantos como
para aguantar dichos “meses y años por venir”.
Toda la mercancía la tengo en casa, por
lo que no ha sido imposible colocar algunos poquísimos productos a través de las
“benditas” redes sociales. Con todo, muy seguramente mayo superará a abril como
el peor mes de la historia. ¿Cómo aprovechar realmente la tecnología para
superar esta devastadora crisis? Pues ahí me tienen investigando cómo llevar un
negocio en línea a través de Amazon. Hay dos métodos: el Merchant Fulfillment Network (MFN) y el Fulfillment by Amazon (FBA). Con el primero, una es responsable de
mantener su propio inventario y enviar los productos directamente a los
clientes. Con el segundo, Amazon se encarga absolutamente de todo: empaque,
etiquetado y envío de productos. Una mantiene un inventario con la compañía
enviando sus productos a su centro de distribución y ellos los reciben,
escanean y almacenan; los hacen disponibles en línea, el cliente los compra,
Amazon los prepara, empaca y envía al comprador, así como recauda el pago del
cliente y le paga a una cada dos semanas; finalmente, Amazon maneja preguntas,
devoluciones y rembolsos.
¡Maravilloso, ¿no es cierto?! Y lo digo
porque por esos mismos días se anunciaron pomposamente los créditos hasta por
¡dos millones de pesos! que el Gobierno de Guanajuato ponía a disposición de
las MiPyMEs para reactivar la economía en estos aciagos tiempos. Qué mejor
manera de aprovechar la crisis para modernizarse de verdad con el FBA de
Amazon, también llamado Logística de Amazon, no con un simple MFN. Hice rápidas
cuentas y concluí que con dos millones de pesos o lo que me dieran podría
mantener un muy aceptable inventario con el gigante de Jeff Bezos.
¡Manos a la obra! El anuncio de las
autoridades era irresistible para el programa Mi negocio sigue al que
quería inscribirme: tasa preferencial del 5% anual para el crédito, 36 meses
para pagar, siete meses de gracia para comenzarlo a hacer y rembolso de los
intereses si una es deudora cumplida. ¿Qué más se puede pedir? Desgraciadamente
los requisitos “secundarios” era harto difícil satisfacerlos: “…VIII.
Información financiera con relación analítica de los dos últimos ejercicios
fiscales y parcial (sic), con antigüedad no mayor a noventa días naturales.
Tales documentos deberán estar firmados por un contador público, adjuntando una
copia de su cédula profesional, así como por la persona solicitante. IX.
Otorgar garantía hipotecaria en primer lugar de preferencia, de no ser posible,
fianza otorgada por compañía afianzadora, prenda sobre bienes muebles o carta
de crédito Stand By, cualquiera de las cuatro con proporción de por lo menos
uno a uno sobre el crédito solicitado. X. Escritura pública que acredite la
propiedad, así como el certificado de libertad de gravámenes con antigüedad no
mayor a cuarenta y cinco días naturales y copia del último recibo del pago del
Impuesto Predial al corriente. XI. Avalúo comercial del bien o bienes muebles o
inmuebles ofrecidos en garantía con una antigüedad no mayor a 45 días
naturales.” Adicionalmente, “Para
la persona aval la edad máxima permitida será de 65 años.”
Ligerísimo
detalle, pues mi esposo, propietario de la casa que serviría de garantía, él
mismo fungiendo como aval, pasa ya de los 70. ¿Quién más querría hacerla de
aval mío y permitir, además, que lo investigara el buró de crédito en estos
días de incertidumbre? Lo único que le faltó al programa Fondos Guanajuato del
Gobierno, organización ex profeso para otorgar los créditos, fue solicitar el
acta de defunción del aspirante, a lo que quizá sea a lo único que puedan aspirar
dentro de poco.
De
repente pareció abrirse un resquicio, ya que en la página correspondiente de
los Fondos se habilitó una opción de pre registro. Y terca que soy, ahí me
tienen: proporcioné toda la información que se me solicitaba y se me dijo que
había sido dada de alta, que pronto recibiría un correo electrónico
confirmándomelo, pero ¡tenga para que aprenda!, como diría YSQ: el mentado
mensaje, que recibí casi de inmediato, reza así: “Detectamos que al 27 de marzo no estaba
en cumplimiento con el Registro Estatal de Contribuyentes (REC) de Gobierno del
Estado de Guanajuato. Le informamos que este requisito está marcado en las
Reglas de Operación de los programas emergentes ‘Mi Negocio Sigue’ y ‘Mi Nómina
Sigue’ y es indispensable para iniciar el trámite de cualquiera de ellos, por
lo que te informamos que no puedes aplicar a estos apoyos.
Para
Gobierno del Estado es fundamental entregar de manera ordenada, correcta y transparente
estos financiamientos. Agradecemos tu comprensión.”
¡Ay, pinche contador, en buena me ha metido! A reclamarle de inmediato,
pero nada, con la misma rapidez que los Fondos, me respondió con la constancia
de situación fiscal emitida por la secretaría de Finanzas del estado, la cual,
a su vez, reza: “Por medio de la presente se hace constar que de acuerdo con la
información que obra en poder de la Secretaría de Finanzas, Inversión y
Administración, a la fecha de la expedición de la presente Constancia, MI
MEJOR AMIGA se encuentra en CUMPLIMIENTO con las obligaciones
relacionadas con la inscripción al Registro Estatal de Contribuyentes, la
presentación de declaraciones y no se registran créditos fiscales por concepto
de contribuciones estatales a su cargo.
Revisión Practicada el día 7 del
mes Mayo de 2020 a las 13:28:44 horas”.
Y hazle como quieras, pues, ahora
sí, ni para atrás ni para adelante. El Gobierno del Estado contradiciéndose
flagrantemente a sí mismo.
Fue un bonito sueño modernizador.
En serio, ya me imaginaba yo recibiendo el cúmulo de fondos (estos sí reales)
que Amazon estaría transfiriendo a mi cuenta cada quince días por mis ventas en
línea, y para ello lo único que necesitaba era capital fresco. ¿De veras no se
darán cuenta estos infelices burócratas cómo frenan la productividad y las
ansias de superación de los ciudadanos a quienes se deben? Pero esto a ellos
-al tener segura la paga cada quincena- les importa un soberano carajo. Como
diría la chiquilla, ¡al fin que ni quería!
Así que todos estos días me he
dedicado a vender lo poco que puedo a través de mis redes sociales, y ahí la
llevo, además de que no desecho por completo el esquema MFN de Amazon, ese en
el que yo soy la encargada de llevar mi propio inventario, y aún así utilizar
los servicios de mensajería de la misma compañía. Créanme, estoy muy emocionada
con la idea, pues se requiere mucho más para que alguien pueda robarme el
entusiasmo. No me voy a dejar acobardar por unos servidores públicos afectados
por un mal mucho peor que la pandemia que actualmente padecemos y casi su
homófona: la “pendemia”, que afecta por igual a las burocracias de los países de
todo el orbe, pero que registra sus remotos orígenes en México-Tenochtitlan.
Para terminar,
también quiero platicar sobre una actividad alterna a la que he tenido que
dedicarme para allegarnos recursos: elaboración de comida casera y su entrega a
domicilio, especialmente dentro del fraccionamiento donde residimos, Gran
Jardín. Cuando llegué al matrimonio, hace ya más de 30 años, la cocina era
prácticamente desconocida para mí, pero con el tiempo la he dominado con un
instinto casi natural. Soy capaz de elaborar sofisticados guisos y platillos,
pero también postres: pan, tamales, pies, gelatinas, flanes, panqués. En este
tenor, he sido capaz no sólo de conquistar a la familia toda y hasta al yerno,
sino ahora, en esta coyuntura, hacer las delicias de nuestros vecinos. Es una
chinga, ya se imaginarán, pero la invaluable recompensa es que sean los mismos
“clientes”, una y otra vez, los que solicitan reiteradamente que cocine para
ellos. De nuevo, las redes sociales acudieron en nuestro auxilio, y ha sido
labor de toda la familia la entrega y las compras, no así la cocina, donde yo
me pinto sola. Perdón por la soberbia, pero si en esta tragedia no se motiva una a sí misma, quién entonces.