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Mostrando entradas de junio, 2019

Buena condición física, necesaria para todo

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Cuando llegamos a las inmediaciones de la torre Eiffel, nos dimos cuenta de que estaba acordonada. Elena, los entonces niños Caro y Raúl, de 11 y 9 años de edad, respectivamente, y yo nos acercamos lo más que pudimos para ver lo que ocurría. Todo era provocado por un hombre de mediana edad que trepaba por una de las patas del monumento. El individuo se aproximaba al nivel del primer piso de la torre, a más de 50 metros sobre tierra firme, y era seguido en su loca aventura por cuatro o cinco bomberos tratando cautelosamente de darle alcance. No se permitía la entrada a los que estábamos fuera ni la salida a quienes se hallaban dentro de la majestuosa mole de acero. Mientras tanto, el hombre continuaba su ascenso, y se veía que el bombero en punta iba hablándole y tratando de disuadirlo para que desistiera en su temerario empeño. Sin embargo, aquel no hacía caso y seguía escalando. Esto llevó varios minutos todavía, hasta que hubo llegado a los inicios del arco que ahí formaba la to...

Épico final

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El Negro Sergio Calva, o, simplemente, el pinche Negro, era un compañero de trabajo regordete, muy muy moreno y simpatiquísimo. Como aperitivo, solía presentarse en mi oficina unos cinco minutos antes de la hora de la comida para sentarse a platicar conmigo, hasta que llegaba el momento en que yo, con elegante arabesco, veía mi reloj con mis cinco dedos empuñados y el meñique ligeramente levantado en dirección a su rostro: “Entonces qué, pinche Negro –le soltaba-, ¿a qué horas nos vamos a comer?”, y él, con idéntico ademán, respondía: “Cuando usted diga, pinche Perro”, que era como me llamaban a mí en aquellos remotos tiempos. Acto seguido, soltábamos los dos estentórea risotada y nos íbamos a comer. Lo dejé de ver cotidianamente pues cada cual siguió después su rumbo, aunque viéndonos de vez en cuando. Fue así que asistimos, Elena y yo, al banquete posterior a la boda de su hija en la Hacienda de los Morales, que se casó con un australiano y se fue a vivir a Oceanía con él. A fin...

Perdón filial

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Como dice el escritor y filósofo español Fernando Savater en su autobiografía razonada Mira por dónde (Taurus, 2003), la memoria es cruel y traicionera, y pone como ejemplo el recuerdo de la ocasión en que, siendo niño, no dejaba de molestar a su hermana a pesar de las advertencias del padre de que la dejara en santa paz, hasta que, cansado éste de escuchar las quejas de la niña, montó en cólera y empezó a perseguir a Fernando tirándole de patadas sin conseguir acertarle ninguna, pero el niño quedó tan dolido como si le hubiera acertado todas, pues no era ésta la imagen que de su padre había tenido, siempre en control y condescendiente con la familia. Lo marcó de por vida, pues. Algo similar a lo que le aconteció a Savater nos pasó a mi hermano mayor y a mí cuando éramos unos críos menores de diez años de edad. Mi padre nos había dejado solos por unos momentos en el despacho de su jefe en la compañía turística para la que trabajaba estando éste ausente, pero al ingresar a su ofic...

Otra más de la 4T

Durante el PRIANato, presentaba yo mis declaraciones al SAT con saldo a favor con la absoluta seguridad de que nada iba a pasar. Después de semanas o meses de haber enviado una, recibía notificación de la “Autoridad” -como a ellos les encanta autonombrarse- solicitando información adicional, y vuelta a empezar. Ya sabía uno que sus necedades eran inconmensurables e ilimitadas, a tal punto que al final el contribuyente les tomaba la palabra: “Si usted no proporciona la información solicitada, la Autoridad considerará satisfecha su petición”, y el caso quedaba en el olvido. Pero no se tratara de que el ciudadano les debiera algo, porque entonces hasta el riesgo de que le fincaran responsabilidad penal corría. En alguna ocasión fue tal la cantidad de documentos requeridos que cuando me presenté en el escritorio del funcionario en la oficina del SAT correspondiente, éste me preguntó con asombro cuando vio el grueso legajo: “¿Todo esto le solicitamos?”, moviendo de un lado a otro la ca...