sábado, 9 de mayo de 2009

Benedicto XVI no usa condón

No podría estar más de acuerdo con Su Santidad. Me explico.

Soy un viejo verde de casi 60 años (los cumplo en octubre), casado con una hermosa hembra de 43 (cumple 44 el mes que entra). El problema es que mientras yo únicamente me conformo ya con imaginar desenfrenadas escenas eróticas, ella quiere acción. Nuestro solo método de control de natalidad a lo largo de 20 años han sido los condones. Huelga decir que incontables veces nos hemos visto enfrentados a la desagradable “sorpresa” de que el látex se rompió.

En los últimos tiempos es ya la tercera ocasión en que nos vemos obligados a utilizar la píldora “del día siguiente”. Sin embargo, la última vez, ésta resultó infructuosa, o más bien debiera decir todo lo contrario, pues mi mujer lleva ya más de mes y medio sin regla. Me parece extraño ya que mis potencialidades no son precisamente las de un semental. A no ser que ella me esté ocultando algo, como algunas veces ha hecho conmigo mismo al obligarme a complacerla en la pequeña bodega de su tiendita de venta al público, previa activación de la alarma que ahuyente a curiosos o clientes impertinentes.

En fin, en esta ocasión me he visto obligado a actuar y tomar enérgicas medidas: me presenté a levantar una demanda ante la Procuraduría federal del consumidor (Profeco) para exigir de Sico, la conocida marca de productos espanta-cigüeñas, una satisfacción que restañe las funestas consecuencias del uso de los mismos: la creación de un fideicomiso para la manutención y educación de Eugenio, que así se llamará el nuevo miembro de la familia, porque, para acabarla de fastidiar, los miembros del honorable Congreso del pueblo de mochos donde vivo acaban de aprobar una ley antiaborto que define como ser viviente al óvulo fecundado aun cuando éste no se implante todavía en el útero, lo que vino a dar al traste con nuestro proyecto de darle cristiana sepultura a Eutanasio, nombre alternativo que habíamos elegido para el producto de nuestros devaneos.

Pues bien, la demanda en la Profeco la gané, aunque no de palmo como yo hubiera querido, pues Sico únicamente me proporcionó un paquete con 12 condones ultrasensibles marca Trojan. Ignoro la causa del alborozo de Elena, mi esposa, cuando le dije que lo único que había conseguido en la Profeco con mi denuncia era una dotación de condones para hacer el amor todo el año. Quién sabe que se habrá imaginado, pero lo averiguaré.

También ignoro si el Papa se habrá topado con los mismos problemas para descalificar tan flamígeramente a los preservativos.

1 comentario:

Suzette Matadamas dijo...

Nunca me había ruborizado tanto al terminar de leer un artículo.