¿Qué se podía esperar de un futbol con incentivos tan perversos como el mexicano, donde el “súper líder” de la tabla general llega a esa posición con un porcentaje de efectividad del 56.86%, cuando los estándares internacionales marcan entre un 75 y un 80% para merecerla, y cuando el clasificado en décima posición, Santos Laguna (por cierto, actual campeón), aún tiene aspiraciones de refrendar su título, esto es, un equipo más abajo de la media tabla? Lo que vimos frente al débil equipo hondureño: una pésima calidad, una mediocridad galopante y el ridículo consecuente.
Pero sigamos importando modas gringas, en este caso los llamados play-offs, para continuar enriqueciendo a una bola de rufianes mercantilistas que lo único que están consiguiendo es torcerle el pescuezo a la gallina de los huevos de oro. Los estadounidenses y los europeos tienen otros métodos para promover la calidad, el espectáculo y los negocios. Por eso vemos siempre rebosantes sus arenas y estadios deportivos.
Los mexicanos, en cambio, necesitamos acudir a los naturalizados por nuestra falta de promoción masiva y profesional del deporte. Y ojalá fueran naturalizados de clase mundial como los que actúan en Europa, pero no, los “nuestros” son ilustres desconocidos que pasarían inadvertidos incluso en sus países de origen.
¡Qué vergüenza! Clasificados en última posición de un grupo de seis, empatados en puntos con El Salvador y casi eliminados por Jamaica, en una región del mundo donde todavía se practica el futbol con balón cuadrado.
jueves, 20 de noviembre de 2008
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