miércoles, 30 de abril de 2025

Quintana, el privilegio de su amistad

Una de las víctimas, entre muchos otros, de estos escritos míos es el reputado periodista de negocios, finanzas, economía y política Enrique Quintana, al cual sigo desde su primera época en El Financiero, luego en Reforma y en su vuelta al primero bajo una nueva administración, donde es Vicepresidente y Director General Editorial. Son ya más de 30 años de leerlo, verlo y escucharlo, pues además de su columna diaria en el periódico, disfruto su programa dominical La Silla Roja (que no Rota, ya que ésta resultó una inaceptable vacilada) a las nueve de la noche en El Financiero Televisión, y su cotidiano Al Cierre de lunes a jueves a la misma hora y por el mismo medio.

Por ello, cuando me enteré que venía invitado por la inmobiliaria que maneja el fraccionamiento donde vivo a impartir la conferencia México hoy: en lo político, en lo económico y en lo social el martes 29 a las siete de la noche, me apresuré a inscribirme junto con Elena. A los cientos de personas que asistieron hubo que acomodarlos en un extenso espacio aledaño al campo de golf.

Puntual que soy, conminé a mi esposa a que nos presentáramos una media hora antes para así tener además la oportunidad de saludar al expositor previo a su plática. Y sí, ahí estaba a la entrada del complejo acompañado de cerca por sus anfitriones. Le comenté a Elena que lo sondearía para ver si sabía de mí. Nos acercamos, le extendí la mano y le dije: “Hola, Enrique, soy Raúl Gutiérrez, no sé si me ubiques, a cada rato te envío mis escritos o te ando importunando con comentarios sobre los tuyos”. Me sorprendió su reacción inmediata y su expresión de asombro: “¡Cómo no, Raúl, por supuesto que te ubico perfectamente, pues ya son años de ‘tratarnos’ regularmente!”, lo cual me dio un gusto enorme y procedí a presentarle a Elena.

Esto fue lo anecdótico. En cuanto a la plática, ¡qué barbaridad!, qué manera de dominar el nervio frente a esa muchedumbre, sin tropiezos y con un conocimiento de los temas tratados envidiable. Una presentación en verdad soberbia.

Por lo que apunto líneas arriba, se podría decir que yo fui nada más a un repaso sobre lo que maestro tan insigne me instruye todos los días.

¡Muchas gracias, querido amigo Enrique!

miércoles, 23 de abril de 2025

Paternal rebuzno

En la primaria yo “aprendí” que la luna siempre le mostraba la misma cara a la Tierra y que esto era –bien lo memoricé- porque el movimiento de rotación de nuestro satélite sobre su propio eje y el de traslación alrededor de nuestro planeta son de la misma duración: 27 días y un tercio. Con esto me bastó para obtener un 10 redondo en mi clase de geografía y consolidó más mi fama de alumno ejemplar en el colegio privado donde estudiaba. ¿Que por qué Selene mostraba siempre el mismo hemisferio a los terrícolas? Obvio, porque la duración del movimiento de rotación y traslación de la luna duran lo mismo, no hay más, memorízatelo bien.

Así lo “aprendí” y mejor lo memoricé y no me hizo falta más… hasta que un día mi hija Caro me hizo rebuznar 41 años después, cuando ésta cursaba el tercer año de primaria en el año 2000.

- Papi –me preguntó-, ¿me podrías explicar por qué sólo le podemos ver una cara a la luna?

- Obvio, Caro –le respondí, inflamando el pecho con orgullo y autosuficiencia-, porque los movimientos de rotación de la luna sobre su propio eje y el de traslación alrededor de nuestro planeta tienen la misma duración: ¡27 días y un tercio!

Mas la condenada escuincla no se detuvo ahí, sino que, no conforme, me inquirió:

- Pero si la luna gira sobre su propio eje, se tiene que mostrar toda ella a nosotros, ¿no es cierto?

- Bueno, ¿qué no entiendes? –respondí yo más aterrorizado que convencido-, la duración de los movimientos de rotación y traslación de la luna son los mismos, y ¡ya estuvo!, no hay de otra, la luna termina mostrándonos sólo una de sus caras, es elemental –concluí yo con voz trémula y deseando que me tragara la tierra.

¡Pero, ah, no!, como Carolina ha sido siempre muy obstinada e inteligente, y sobre todo  muy dramática, empezó a gimotear y patalear, a la vez que con un nudo en la garganta y ahogada en llanto, me recriminaba:

- ¿Cómo una niña tan chiquita puede tener un papá tan tonto? Si la luna da vueltas, la tenemos que ver toda…

- ¡Bueno, ya, ya, basta, cálmate! –le respondió su abnegado padre, que tuvo que lidiar buena parte de la infancia de los hijos con estas labores propias de su sexo-, te propongo que tratemos de explicárnoslo, pero deja ya de llorar y patalear, ¿ok?

- Está bien –respondió la niña aún sollozando y respirando espasmódicamente-, ¿qué?

- A ver, yo voy a ser la luna girando a tu alrededor y tú, ahí en el centro, la Tierra, pero sin dejar de verme, aunque teóricamente debieras estar girando 27.3 veces más rápido que yo. Hagámoslo lentamente y yo mostrándote siempre la cara.

- Ok –respondió Caro ya un poco más tranquila y sus ojillos ávidos por aprender, repito, a-pren-der, sin las comillas aplicables sólo a su estúpido padre-.

Juro por mi madre que era toda mi intención, después de más de cuatro décadas, aprender, finalmente, junto con mi hija.

Una vez que hube terminado de darle totalmente la vuelta a Carolina, no sé de quién era el gozo mayor, si de la niña o del ex atribulado padre.

- ¡¿Te fijaste, Carito?! –exclamé henchido de emoción-. No sólo me he desplazado alrededor tuyo, sino que al hacerlo sin dejar de verte, he girado completamente sobre mi propio eje, ¿viste?

- ¡Sí, papito, eres un mago! –me dijo la mocosa, llorando ahora de felicidad y colmándome de besos-. Mañana mismo se lo explico a la miss, que hoy no me lo quiso decir. (Pobre maestra, yo creo que estaba tan confundida como el progenitor.)

Vuelvo a jurar por mi madre que hasta entonces me quedó claro lo que antes sólo repetía como tarabilla: la luna siempre le muestra la misma cara a la Tierra porque su tiempo de traslación alrededor de ésta es el mismo que el de rotación sobre su propio eje. Ahí estaban, un lamentable adulto de más de 50 años y su encantadora hija de apenas 8, descubriendo el universo.

Por todo lo anterior, nunca más de acuerdo con aquello de aprender a aprender… y memorizar sólo las tablas de multiplicar.

martes, 15 de abril de 2025

¡Peligro: es vigilia!

Cursé mi educación básica e intermedia en la Ciudad de México en escuelas católicas a ultranza en las décadas de los 50/60 del siglo pasado, y todavía recuerdo cómo durante la Cuaresma, mientras formábamos filas los viernes al mediodía en el patio del plantel antes de romper la formación para el inicio del recreo, se nos recordaba que ese día era vigilia y se nos conminaba a deshacernos de nuestros lonches si éstos contenían cualquier tipo de carne. Y ahí tienen a los dóciles estudiantes arrojando sus tortas a un inmenso tambo de basura hasta desbordarlo tan pronto sonaba la campana indicando el comienzo del esparcimiento, parte del cual lo constituía la disposición de nuestros itacates, pues los niños verdaderamente gozaban arrojando jocosamente su alimento al barril, a sabiendas de que tenían la aquiescencia de sus mentores para cometer tal villanía que en otras circunstancias hubiera sido imperdonable. Mi madre, siempre previsora y estricta observante de la vigilia, aunque nunca pusiera un pie en los templos los domingos y fiestas de guardar ni jamás confesara sus pecados ni mucho menos comulgara, me preparaba un bolillo con frijoles, auténtico precursor de los molletes de hoy en día.

Lo anterior me recordaba las orgías romanas que tanto criticaban los hermanos de las escuelas cristianas bajo cuya férula estudiábamos, sólo que aquí en vez de devolver los alimentos después de ingerirlos para poder seguir comiendo, nos deshacíamos de ellos antes de deglutirlos, con la consecuente inanición.

Yo pienso que un término medio a todo lo anterior lo constituiría lo que un buen amigo leonés ha practicado desde siempre: los viernes de Cuaresma se detiene en la primera taquería que se le cruza en el camino y ordena un par de tacos de pescado, y ya después de esto, una vez cumplido el católico precepto, se refina tres más de carnitas: nana, buche y nenepil. A eso se le llama gozar de un amplio criterio.

Hace casi sesenta años que abandoné prácticas tan salvajes, pero en aquella época era yo un muchachito imberbe de 9-10 años de edad que no tenía de otra más que observar todas las deposiciones, digo, perdón, disposiciones eclesiales. Me faltaba aún una década para declarar mi independencia total de pensamiento, algo que aprecio más que ninguna otra cosa en la vida, esto es, ¡mi libertad!, lo cual coincidió con mi ingreso a la bendita universidad.

Todo esto viene a cuento porque el otro día acompañé a Elena al súper, pues no daba yo crédito a que la carnicería del barrio cerrara los viernes de Cuaresma, no sé si por cuestiones económicas o para evitar que la ciudadanía cayera en pecado, pero sí, en efecto, ¡cierra esos días!

En todo caso, permanece cerrada por cuestiones religiosas, ya sea porque los leoneses son muy mochos y no compran ni comen carne ese día o porque los tablajeros de marras están muy preocupados por la “moral” pública. Ignoro si se trate de un caso más generalizado, pero imaginen un restaurante que no ofreciera platillos cárnicos a sus clientes los viernes de Cuaresma o que advirtiera a sus comensales que no fueran a pecar en tan sacrosanta ocasión devorando una chuleta. ¡Qué bizarría!

¡Lo bueno es que a partir de este Sábado de Gloria ya no obliga la vigilia!

sábado, 12 de abril de 2025

La Silla Rota

El pasado lunes 7 de abril recibí la siguiente invitación del connotado periodista Roberto Rock, ex director editorial de El Universal y actual director de La Silla Rota, y hoy sábado 12 hice mi debut en sus páginas electrónicas (https://lasillarota.com/guanajuato/opinion/2025/4/11/tu-total-insatisfaccion-la-retencion-de-tu-dinero-531368.html):

Estimado señor Raúl Gutiérrez:

 Me permito hacerle una invitación formal para que sus artículos tengan un espacio en la sección de Opinión de La Silla Rota Guanajuato, un proyecto filial de La Silla Rota. Para ese efecto, le presento  a nuestro director regional, el compañero Pablo César Carrillo, un periodista muy respetado en aquella entidad y fuera de ella. Le marco a Pablo copia de este mensaje. 

Creo que sin duda sus textos, variados, amenos y de muy buena pluma, enriquecerán  los contenidos de ese proyecto periodístico y supondrán una ventana para nuestros usuarios en aquella entidad para compartir su  interesante perspectiva sobre múltiples temas. 

Esperamos que esta invitación sea de su agrado y que podamos contar con sus colaboraciones en forma regular. Le pido a Pablo dar seguimiento con usted a esta propuesta. 

Muchas gracias. 

 

Roberto Rock L. 

La Silla Rota
Director general.

jueves, 10 de abril de 2025

Tu total inSATisfacción y la retención de tu dinero

Llegó la época del año en que suelo presentar las declaraciones de impuestos de mi hijo y mía, pero no cualquier día, lo tengo que hacer desde el primer día de abril. ¡Ah, cómo batallé en esta ocasión!, pues nunca me había topado  con una plataforma del Sistema de Administración Tributaria (SAT) tan errática, pero bueno, después de haber intentado con varios navegadores, finalmente Firefox de Mozilla se apiadó de mí, pues ni con Google Chrome ni con Opera se pudo.

Ya con acuses y declaraciones electrónicos en mano pensé que había triunfado en toda la línea, y con saldos a favor en ambos casos, más aún. Todo esto ocurrió ya en la tarde de ese 1 de abril. Pero hete aquí que cuando iba a consultar el estado de nuestras devoluciones, la plataforma del SAT incurría en los más inverosímiles errores, y esto, tanto en mi computadora como en mi celular y en la laptop del júnior. Vamos, hasta en la computadora del negocio de Elena, mi esposa.

En los días siguientes la situación cambió, pues en mi caso el sitio del SAT arrojaba un mensaje de información no existente y en el de mi vástago otro con una ominosa advertencia de inconsistencia en cuenta CLABE, correspondiente a la cuenta donde deberían depositarle su devolución, y lo conminaban a que actualizara dicha información mediante la opción apropiada en otra parte del sistema, adjuntando el estado de la cuenta sustituta, en formato PDF, comprimido (.zip), no mayor de 4MB en tamaño y con una antigüedad no más allá de los dos meses. Lo curioso es que se están quejando de la mismísima CLABE donde en años pasados le han depositado sus devoluciones. Algún irresponsable de carne y hueso falló flagrantemente.

Es lo de menos, vámonos a dicha página de actualización y les proporcionamos el PDF de la cuenta rechazada, pero, ¡oh sorpresa!, en dicha página no proporcionan ninguna información de la devolución para la que hay que aplicar dicho “cambio”. ¡Desesperante!

Por otro lado, le advertí a mi hijo que como estaba tramitando una devolución por arriba de los diez mil pesos seguramente nos iban a solicitar su firma electrónica (e.firma), por lo que varios días antes hubo que tramitar una cita en las oficinas regionales del SAT para someterse al engorro del registro de sus datos biométricos (huellas, iris de los ojos y demás), lo que le tomó tres horas el día de la cita que le programaron. Y todo esto, ¡para nada!, ya que su sistema de actualización de cuenta CLABE no funciona.

Esta situación kafkiana se agrava por el hecho de la insufrible arrogancia y prepotencia del SAT, digo,  perdón, de la “Autoridá” (así, con mayúscula y acento en la a), como se solazan ellos en autonombrarse, porque estos burócratas sí que no perdonan la más mínima pifia del contribuyente, y al instante te lo hacen saber mediante multas, recargos y hasta cárcel.

Y aquí seguimos, esperando yo a que me informen del estado de mi devolución y mi hijo pidiéndole al cielo que se dejen de mañas dilatorias y le permitan “actualizar” su información bancaria.

Dicho todo lo anterior, no es de sorprenderse que al SAT lo presida alguien de nombre Antonio Martínez Dagnino. Nunca mejor nombre para Jefe de un sistema tan nefasto.

sábado, 5 de abril de 2025

La vuelta al mundo en 46 años

Hace unas semanas empecé a retomar el correr, actividad que había abandonado durante los tres meses previos, lo cual me llevó a actualizar el siguiente registro que celosamente atesoro conmigo: 1186 vueltas al circuito de siete kilómetros que rodea a la presa de El Palote, desde que llegué a León hace veintidós años hasta el pasado 2 de abril, sin contar las ocasiones que troté en Plaza Mayor o en la pequeña pista enfrente de mi casa. Es decir, nada más por ese trotar en mi querido Parque Metropolitano he acumulado 8302 kilómetros, lo que equivale a 2.61 veces la frontera entre México y Estados Unidos o más de una quinta parte la circunferencia de la Tierra.

Pero la parte principal de mi manía la constituyen los veinticuatro años anteriores, desde que en 1979, a la edad de treinta, comencé literalmente mi carrera en México, la que me alcanzó para finalizar exitosamente los maratones de Nueva York (1985), Berlín (1987) y Boston (1988), aparte de los dos primeros de la historia en la Ciudad de México (1983, 1984). Durante todo este tiempo corrí yo un promedio de 1500 kilómetros al año o aproximadamente treinta por semana, lo que multiplicado por todos esos años da un gran total de 36000, aunque no está uno de humor como para correr todo el año a esa intensidad, pero, por otro lado, los maratones son súper demandantes, lo cual compensa de sobra los bajones que se dan a lo largo de tanto tiempo.

A lo que voy es que haciendo sumas, restas y multiplicaciones puedo presumir con todo orgullo que ya troté el equivalente a los 40 mil kilómetros de la circunferencia de la Tierra por lo menos una ocasión, aunque ello me haya tomado ¡46 años!

Intentaré en la próxima tardarme menos.


lunes, 31 de marzo de 2025

Redescubrí que soy de Extremadura

Mucho comenté en el pasado reciente sobre los devastadores efectos secundarios de los medicamentos contra el cáncer de próstata: inhibición de la producción de testosterona, disfunción eréctil, impotencia, desaparición de la libido, bochornos menopáusicos, crecimiento de los pechos y un largo etcétera. Tan fue así que creí rivalizar con la vedette trans Wendy Guevara. Vamos, son tan efectivamente catastróficos estos medicamentos que se emplean en algunos países para controlar a los violadores en un proceso que se conoce con el nombre de ¡castración química!, y, créanmelo, tienen una efectividad del 100%.

Cuando le comentaba esto a mi urólogo, sólo se me quedaba viendo con ojos incrédulos como diciendo: “Ay, señor, a su edad, ¿ya qué más da?”, y enseguida me “tranquilizaba” con caritativas palabras: “Notará usted una mejoría cuando prescinda de los medicamentos, aunque tendrá que dejar pasar un tiempo equivalente al que le tomó consumirlos”. “¡¿Un año?!”, le preguntaba yo con desconsuelo. “Sí, si es que para entonces ya obtuvo usted el alta”.

Pues bien, la radioterapia la finalicé hace quince meses y los nunca mejor llamados castrantes venenos los dejé de consumir hace nueve, cuando mi nivel de antígeno llegó al tan anhelado cero, pero ya desde endenantes Elena recuperó la sonrisa y yo me siento muy orgulloso de ser extremeño.

¡Ni en la luna de miel nos habíamos divertido tanto!