lunes, 24 de agosto de 2009

El adiós de un suicida

El 14 de abril es una fecha cabalística en la historia de mi vida. El lunes 14 de abril de 1969 ingresé a la Facultad de Ciencias de la UNAM para estudiar la carrera de actuaría. Tres años y medio después cursaba el último semestre a la vez que me encontraba embarcado de lleno en la elaboración de mi tesis profesional, que nada tenía que ver con la tan “despreciada”, dentro de la misma Facultad, carrera de actuaría: Algunos algoritmos para calcular las raíces de un polinomio complejo. En fin, cuando solicité fecha de examen, me asignaron el martes 10 de abril de 1973, pero, días después, cuando se percataron que era martes santo, ellos me solicitaron a mí el cambio de fecha. Les sugerí el lunes 16 de abril, a lo que replicaron que no amargara mi fin de semana y que presentara mejor el examen el Sábado de Gloria, 14 de abril de 1973, que sí era día laborable. Ante tan sorprendente coincidencia y dada mi proclividad por las ciencias exactas, acepté de inmediato. En noviembre de ese año, el Conacyt me seleccionó como el mejor estudiante de la generación.

Treinta y cinco años después, mi vida ha dado un giro que, aunque predecible, yo mismo no imaginaba. Radico desde hace seis en una despreciable “ranchería” de la Provincia mexicana, después de más de 50 años de vivir en la excitante ciudad de México. Y reitero lo de predecible pues siempre he sido un individuo depresivo, con dos o tres épocas en la vida de verdadera crisis. Achaco esto a mi propia “química” y a la asquerosa religión que mis padres me inculcaron, sin ser ellos ejemplos de santidad a seguir, ajenos por entero al tremendo daño que me infligían.

En fin, la religión la arrojé, con todo y dios (así, con minúsculas, como se merece el invento más perfecto del hombre –Rius dixit), por la borda desde que ingresé a la Universidad Nacional, verdadera escuela de valores, de vida y de conocimiento para mí. ¡Qué diferencia con las escuelas de mochos que frecuenté en los tiernos años de mi infancia!

Mi “ranchería” de residencia, y muy especialmente sus “rancheros”, son sólo el pretexto de que me agarré para ir a consultar al sicoanalista, pues me la estaba pasando verdaderamente mal. El viejito que seleccioné, como siempre ocurre en estos casos, únicamente estaba interesado en no perder el cliente. Era él quien me relataba sus sueños, ya que se quedaba profundamente jetón en mi sesión semanal, no tanto por ser yo un tipo aburrido como él un anciano al borde del sepulcro. Ni él ni sus fármacos dieron resultado, además de ser éstos de prescripción y carísimos.

Decidí ir a ver mejor al siquiatra, quien me dio cita para el ¡14 de abril! de 2008. En un principio no me percaté de la fecha de “ingreso” a la parte final de mi existencia, pues sólo estos últimos meses, mediante el terrible sin sentido de la vida toda, me hicieron cobrar conciencia de ello. En octubre próximo estaría yo cumpliendo los 60 años de edad, y este doctor me recetó, para no variar, medicamentos carísimos: uno para curar el insomnio crónico que padezco desde crío y que lo único que hizo fue imbecilizarme todo el día, y otro propiamente para la locura, o depresión como le llaman algunos. Además, me prohibió alcohol y café, y si fumara, me hubiera prohibido también el tabaco. Sólo aguanté un mes. Me sentía como si el tipo me hubiese planteado la disyuntiva: ¿qué desea usted: ser libre o ser feliz? Ante lo cual no vacilo en responder: ¡ser libre!, aunque sea para elegir mi propia destrucción.

Haciendo, pues, uso de esta libertad y empleando este instrumento como medio de despedida de familiares, amigos, conocidos y ¿lectores?, les informo que he decidido privarme de la vida.

Alguien dirá que soy muy valiente, algún otro opinará que soy un cobarde. Ambos, me valen madre.

1 comentario:

Suzette Matadamas dijo...

¿14 de abril? ¡wow! Fecha que muchos profetas auguraron como un mal presagio en 1912, y que derivó en el hundimiento del Titanic.

¿Habrá sido pitoniso en otra vida?

Para mí toda la vida me ha perseguido el número 844.
Me inquieta saber que rayos podría significar ¿será una señal?
Sepa.