domingo, 9 de noviembre de 2025

La vez que conminé a Colosio

Parte de mi trayectoria final en IBM de México transcurrió en la Dirección de Relaciones Externas como Telecommunications Country Representative (TCR), encargado básicamente de las relaciones con los grandes corporativos empresariales y gubernamentales en materia de telecomunicaciones (SCT, Telmex, bancos).

A la dirección llegaban frecuentemente invitaciones para participar en foros y reuniones de índole política, social y económica de interés general. Tal fue el caso cuando a finales de 1993 el Centro de Estudios Económicos del Sector Privado (CEESP) nos invitó a participar en una reunión con el candidato del PRI a la Presidencia de la República, Luis Donaldo Colosio Murrieta, en un exclusivo hotel de Polanco, desayuno incluido. El director me designó para que yo acudiera en representación de IBM.

El salón donde se llevó a cabo la reunión estaba a reventar, no sólo de representantes empresariales, sino de los medios de comunicación que se dieron cita en el lugar para cubrir las actividades de Colosio. Y sí, ahí estaba él, muy circunspecto, en la parte central de la larga mesa del presídium.

La reunión transcurrió sin contratiempos y, tras de la esperada intervención del candidato, se dio por terminado el desayuno, pero antes de que los reporteros se comenzaran a agolpar alrededor de Luis Donaldo, me acerqué a la mesa cuando las personalidades que presidían el acto comenzaba a dispersarse, y tuve la oportunidad, junto con otros “afortunados”, de saludar rápidamente de mano al seguro próximo presidente de México, y conminarlo a bocajarro en los siguiente perentorios términos:

- Que todo cambie para bien contigo, Luis Donaldo.

- Te aseguro que así será- me respondió con el mismo apremio.

¡Quién iba a pensar entonces que a los pocos meses sería asesinado por el oscuro personaje Mario Aburto en Lomas Taurinas!

Esto, muy a pesar de que Carolina, una criatura de apenas dos años y medio de edad, no se cansaba de repetirnos con su vocecilla angelical a su madre y a mí, sin que nadie la hubiera instruido antes, sino tan sólo de lo que escuchaba en la televisión:

- Pues yo tengo mucha confianza de Colosio (sic).