… se sentiría uno casi obligado a vociferar tras los múltiples pasajes farragosos y aburridos de Hijos de la medianoche, de Salman Rushdie, pero, por otra parte, tan naturales inevitablemente en un libro tan extenso (641 páginas). Pero no se cae en esa tentación, ¡para nada!, pues no se puede detener su lectura sino hasta el final, a pesar de las varias ocasiones en que uno se siente invitado a hacerlo en el trascurso de la misma.
La novela versa sobre la historia de un puñado de personajes de los cientos nacidos a la medianoche que va del 14 al 15 de agosto de 1947, día de la independencia de la India, pero especialmente de Saleem Sinai, el narrador, que cuenta la historia a su compañera Padma. Nacimiento que hasta le valió al protagonista una carta del Primer Ministro Jawaharlal Nehru y una foto en la página principal del periódico The Times of India, pues se daba exactamente al mismo tiempo que el de la nación toda. Mientras más cercano el nacimiento a ese segundo inicial de la medianoche del 15, mayores las características diferenciadoras de unos contra otros. Saleem, por ejemplo, tiene la particularidad de penetrar en los sueños y pensamientos de los demás por haber nacido prácticamente justo cuando el día daba comienzo, al igual que lo hizo otro, Shiva, a cuyo destino el primero queda indeleblemente unido por un giro inesperado y sorprendente en el relato hacia el final del primer tercio del libro, y que marcará el resto de la esplendorosa narrativa. Aunque ya sólo fuera por esto, valdría la pena la lectura.
Pero lo es, además, por la exuberante prosa de Rushdie y su realismo mágico, que en nada desmerece frente al de otros escritores del mismo tipo, y porque lo hace con una gracia y un humor sin iguales. Por otro lado, en la obra se va dando cuenta -paralelamente y sin impostadas erudición y prolijidad- de los acontecimientos históricos que tienen lugar en la India, Pakistán y regiones circunvecinas, desde el nacimiento de la primera como nación independiente hasta acontecimientos ocurridos bien entrada la década de los setentas del siglo XX, pasando por guerras, experimentos nucleares, luchas políticas y demás. Pero es sobre todo una conmovedora historia de los hijos de la medianoche, en general, y del infortunado Saleem, en particular.
El esfuerzo en la lectura que menciono al principio de este escrito se mantiene hasta el final de la obra, pero quién se atrevería a negar que muchas veces el goce pleno implica sufrimiento, y créanmelo, en este caso, valió la pena.
Nunca me había ocurrido que con tan pocas palabras pudiera yo hacer la recomendación más amplia de una novela, quizá porque me identifique yo, de alguna manera, con Saleem Sinai, que nos platica su vida desde su nacimiento, la medianoche del 15 de agosto de 1947, hasta poco antes del 31 aniversario de la India como nación independiente, el 15 de agosto de 1978, y de él como ser sufriente.