70
Dicen que uno no tiene la edad que cumple (en mi caso, 70), sino la que siente, en cuyo caso debo de ir llegando como a los 93. Aunque no todo ha sido pesar. Cuando cumplí aproximadamente la mitad de los años que tengo ahora, fui enviado a tomar un curso de una semana a Toronto, donde afortunadamente tenía un par de amigos, Carlos y Mariela, que, después de casarse, se fueron a radicar permanentemente a Canadá a finales de la década de 1970. Me fueron a recibir al aeropuerto un domingo 19 de octubre y me dijeron: “Raúl, podemos dedicarte toda la semana, excepto el miércoles 22, que tenemos un compromiso ineludible, pero de ahí en fuera, cuenta con nosotros las 24 horas del día”. Para mi desgracia, ese miércoles era precisamente el día de mi cumpleaños. Obviamente, por pena, no se los aclaré a mis amigos y ahí le dejé. Cuando se llegó el 22, con un frío que se dejaba sentir ya muy crudamente por aquellos lares, salí de la oficina y me encaminé rumbo al hotel, que se encontraba ...