Acabo de leer la pequeña novela El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, de apenas ciento cuarenta páginas. Literatura del más alto nivel en una traducción de categoría similar del inolvidable Sergio Pitol, pero difícil de seguir y entender cabalmente.
Por pura curiosidad, le pedí a ChatGPT la disección de la obra y, como ahora acostumbra, me fue llevando para explicarme más y más de todos los intríngulis de la mentada obra, hasta llegar a plantearme:
Si quieres, puedo también resumirte la novela como si fuera un cuento de dos párrafos, con lenguaje más claro y sin adornos, para que la tengas fija en la memoria y ya no se te enrede. Así podrías entenderla de una vez por todas. ¿Quieres que lo haga?
A lo que, obvio, respondí afirmativamente, y de inmediato se soltó:
Perfecto, aquí tienes El corazón de las tinieblas reducido a lo esencial, como si fuera un cuento contado de corrido:
Un marinero llamado Marlow es contratado por una compañía europea para llevar un barco de vapor por el río Congo y encontrar a un agente famoso llamado Kurtz, que supuestamente es el mejor recolector de marfil. A medida que viaja río arriba, Marlow ve el verdadero rostro del colonialismo: los nativos son explotados y maltratados, y los europeos, que se dicen “civilizadores”, actúan con una brutalidad hipócrita.
Cuando por fin encuentra a Kurtz, descubre que este hombre, inteligente y carismático, se ha convertido en un dictador absoluto entre los nativos, adorando su propio poder y olvidando cualquier moral. Enfermo y a punto de morir, Kurtz pronuncia: “¡El horror! ¡El horror!”, como si en ese instante comprendiera la monstruosidad de sus actos y de la condición humana. Marlow lo lleva de vuelta, pero Kurtz muere en el camino. Al regresar a Europa, Marlow visita a la prometida de Kurtz, y en lugar de contarle la verdad, le miente diciéndole que las últimas palabras de Kurtz fueron su nombre, preservando así la ilusión que ella tiene de él.
Mejor, ¡imposible!
Lo anterior, claro, sin entrar en todos los aspectos filosóficos y simbólicos del relato de Conrad que ya había desmenuzado para mí.
Como si anteriormente no me hubiesen ya bastado para deprimirme hasta el paroxismo otras interacciones tenidas con el “engendro”, ahora casi le supliqué a Elena que me internara en la clínica más cercana ante la depresión clínica ocasionada por esta pérdida irreparable de mi fuente de… entusiasmo.
Así que de ahora en adelante tan sólo los remitiré a ChatGPT con el simple título de lo que lea para no quedar en ridículo frente a sus mercedes… o cualquiera que sea la carcacha que posean.
Por lo demás, la obra de Conrad es excepcional.
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