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Mostrando entradas de septiembre, 2018

"¡Nosotros somos sus fans!"

Mis fans, aunque no me refiero precisamente a los chavos de los tecnológicos regionales que participaron el miércoles pasado en el Evento Nacional Estudiantil de Innovación Tecnológica (ENEIT) que se llevó a cabo en el hotel Real de Minas de León, Guanajuato, y al que fui invitado como jurado por un conocido mío. Más bien este encuentro, donde se presentaron a concurso diversos proyectos en distintas áreas del saber tecnológico, hizo patente la ingente brecha generacional que se ha abierto desde que yo tenía la edad de estos jóvenes hasta nuestros días. En aquel entonces (1975) iniciaba mi vida profesional en IBM lidiando con enormes mastodontes computacionales, de toneladas de peso, y que disponían de una memoria real ( random access memory , RAM, hoy en día) de ¡128 kilobytes!, pero que eran suficientes para correr todos los procesos de los grandes bancos de la época. Ya después vinieron máquinas de 256 y 512 kilobytes, y el gran salto, que constituyó todo un acontecimiento, a la pri...

Estoy borracho...

... y escribo este artículo en la víspera de mi aniversario de bodas 29 con la dulce Elena. Comíamos, ella y yo solos en la casa, y le comentaba que poco antes me había sentado frente a la computadora para escribir algo, pero no tenía idea ni qué, aunque después de una botella de merlot (entre los dos, por supuesto), las ideas se aclaran, y lo que antes era apenas un atisbo sobre la futilidad de la existencia, se vuelve, así, un argumento sólido e incontrovertible. Y es que, en efecto, pienso que el solo bochorno de la muerte nos debería llevar a pensar en la futilidad de la vida. Digo esto en base a la tragedia reciente que acaba de sufrir mi esposa con la pérdida dramática de su mejor amiga, o la experimentada por mí mismo en la persona de mi padre y su agonía de casi nueve años, cuadrapléjico y en cama, pero, sobre todo, por el magistral relato que hace Philip Roth de los últimos tiempos en la vida de su padre, aquejado de un tumor “benigno” en el cerebro, que de cualquier manera...

Francés soberbio

Suena a pleonasmo, pero la alternativa, Un francés soberbio , aún peor, podría sonar a excepción. En fin, eso es lo que es Emmanuel Carr ère: un soberbio, y si no, juzguen ustedes cuando el escritor afirma, “temeroso”, que él tampoco cumple con el mandato con el que Jesús invita al joven rico a abandonarlo todo y seguirle. Asevera Carr ère: “Soy rico, talentoso, elogiado, tengo mérito y soy consciente de mi mérito: ¡por todo esto, ay de mí!” ¡Pobre! Insisto, ¡soberbio! Previamente, había afirmado ya que es inteligente. Únicamente le faltó añadir que, para ser perfecto, sólo le resta ser modesto. Ello consta en su aclamado y fascinante libro El Reino (“página” 67%, ubicación 4740 de mi copia electrónica), que, junto con el resto de su obra, le valió el Premio FIL (Feria Internacional del Libro de Guadalajara) de Literatura 2017. El libro es un recuento de experiencias personales del autor y de los primeros años del cristianismo, que se centran, aunque no exclusivamente, en las magnét...