Vivimos la época de la crueldad y el maltrato animal, quizá no tanto porque se den más ahora que en otros tiempos, sino porque los hemos hecho mucho más visibles. Sin embargo, hay casos en que la tendencia apunta muy en otra dirección, como en el de nuestra asistente en el negocio, Scarlet, una chiquilla de 24 años de edad, pero que aparenta no más de 16, cuya gatita, agobiada por sus malestares físicos, huyó del hogar y a la que logró recuperar poco tiempo después, pero su condición física era tan deplorable que decidió llevarla al veterinario para que la “durmiera”.
Así, hace dos días, Scarlet se comunicó conmigo para solicitar permiso de llegar un poco tarde a la tienda para cumplir con tan infausta encomienda, cosa a la que accedí de inmediato. Poco después, se presentó con el doctor hecha un mar de lágrimas para que este le administrara al animalito la inyección letal. Una vez “dormida” la gatita, el veterinario le permitió que se despidiera de ella con un beso, un apapacho y abundantes lágrimas, y la dejó ahí para que el médico dispusiera de ella de la mejor manera posible.
¿No les parece increíble que no hayamos alcanzado este alto grado de civilidad para con nosotros mismos, viviendo, hoy más que nunca, una época de crueldad y maltrato humano con tantísimos “avances” en el campo de la medicina que impiden que uno se vaya de este mundo cuando se le dé su puñetera gana? Aunque fuera simplemente por hartazgo existencial, ¡coño!, decirle a la esposa: Elenita, acompáñame a Farmacias del Ahorro con el médico de guardia para que me administre esto y ya, sanseacabó, y evitarnos resonancias, biopsias y demás, y dejar en la miseria a la familia.
La que ya se está animando es la susodicha Elena, que esta mañana me dijo: Mi rey, con lo que nos queda, vámonos de viaje y, cuando regresemos, te llevo con el veterinario de Scarlet, ¿sale?
Por mí, encantado de la muerte, me cae.