jueves, 31 de marzo de 2022

Esplendorosa entrevista, ¡véanla!

El rencor nos envenena, lejos de hacerlo con nuestro enemigo.

Alejandra Cuevas Morán

Anoche (miércoles 30 de marzo) tuve la fortuna de disfrutar en vivo de la esplendorosa entrevista multitudinaria que los periodistas de El Universal, David Aponte, Maite Azuela, Valeria Moy, Juan Pablo Becerra Acosta y Héctor de Mauleón, le realizaron a Alejandra Cuevas Morán y su hijo Alonso Castillo Cuevas (https://www.youtube.com/watch?v=u48u7DSlvtU). Realmente  habría muy poco que agregar. El epígrafe con el que acompaño este escrito fue una perla que Alejandra lanzó espontáneamente desde lo más profundo de su alma al final de la plática. Quizá por eso ella se vea tan jovial a sus 68 -como si no hubiera estado injustamente presa tanto tiempo- y uno tan acabado a los 72, aunque, como siempre he sostenido, no es que sea rencoroso, sino que tengo muy buena memoria.

Terminé la velada tan lleno de rabia y coraje, y con el rostro tan desencajado, como Alonso, quien, él sí, no se resigna, a diferencia de la madre cuando pronunció su frase, y dijo; “No, yo sí quiero que este criminal -refiriéndose, obviamente, al fiscal general Alejandro Gertz Manero- pague todas sus culpas en vida”. ¡Bien, Alonso!, pues siempre he sostenido que el único perdón debiera ser la venganza. En este caso particular, más que en ningún otro.

No sé cuántas veces me habré preguntado, y conmigo millones más, ¿cómo es que llegamos a tal grado de degradación y perversidad en nuestro pobre y querido -a pesar de todo- México? Saber de los contubernios de Alfredo del Mazo, gobernador del Estado de México, con el despreciable Gertz para que la parienta de aquel, Laura Cuevas Morán, hermana de Alejandra, quedara fuera del expediente penal, revuelve el estómago, y permitió al fiscal lanzar toda su saña y podredumbre contra ésta y su familia, cuando Laura hubiera podido calificar también como “responsable accesoria”, esa aberración jurídica.

Pero además están los casos de otras reclusas y de los que la propia Alejandra tuvo conocimiento en el penal: las corruptelas entre abogados de oficio y jueces venales que empobrecen al extremo a las presas con la promesa de una pronta liberación que nunca llega. Innumerables casos de ilustres desconocidas que jamás alcanzarán los mass media. O de la audiencia que le programan a otra en marzo para mediados de septiembre, haciendo mierda aquello de justicia pronta, expedita y gratuita. ¡Sí, cómo no! De aquí, la OSC que está formando Alejandra para atender a todas estas pobres infelices.

Pero está, sobre todo, el despreciable Alejandro Gertz Manero, ¿de verdad no nos indigna hasta la náusea contar con un abogado general de tan baja estofa y alta estafa? ¿Qué tendríamos que hacer para liberarnos de él, ya que el imbécil del que “depende” no sólo no arroja luz sobre el particular, sino que le otorga su apoyo incondicional? Quiero vomitar.

Algo que no se mencionó anoche, entre muchas otras atrocidades, quizá porque no venía al caso, fue el “expediente de los 31”, ese que se les abrió en la fiscalía a otros tantos respetables científicos para vengar las ínfulas del plagiario Gertz de querer pertenecer al nivel tres del SNI y que se le negara en un principio, y después, abyectamente, le concediera María Elena Álvarez Buylla. Científicos entre quienes se encuentra mi compañera de universidad Julia Tagüeña Parga, primera en la lista de fobias del fiscal. Expediente que seguramente se encuentra en stand by en la actualidad, pero que en cualquier momento las frustraciones de este loco pudieran resucitar -como espada de Damocles- nomás por chingar y para satisfacer sus deseos de venganza contra el universo.

¡Qué facha de ser (Gertz) y qué joya de periodismo (el video)!

martes, 29 de marzo de 2022

Por qué lo hago

A raíz de mi último escrito, donde dejo ver cómo me pegó en la línea de flotación el comentario de un amigo (http://blograulgutierrezym.blogspot.com/2022/03/amistad.html), me planteé honestamente la pregunta de a quién podrían interesarle las estupideces que garrapateo. Y la respuesta me la proporcionó Lourdes Casares, periodista de León, no solo con su generoso comentario de solidaridad por el exabrupto de mi conocido, sino aun antes, cuando lo mismo hizo con el escrito previo que ahí menciono. Me dijo Lourdes en aquella ocasión que mi artículo le trajo el recuerdo de cuando su padre, de visita en la Ciudad de México desde Mérida, la llevaba a comer a Les Moustaches, siendo ella estudiante de la UIA, y que le encantaba el filete Veronique. Y todavía más atrás, me relataba las de Caín que estaba pasando su esposo para conseguir la visa americana, como acotación al escrito que entonces “publiqué”. Espero haberle proporcionado con mi penúltimo pergeño algún tip para expeditar el trámite de su marido.

Aunque no fuera más que para esto y para hacer un poco más ligera la vida, se justificaría ya el trazado de estas líneas, o ¿sería preferible que escribiera yo de los asuntos que todo mundo comenta? Soy un convencido de que para estar bien informado no hay que leer el periódico más que una sola vez por semana, y en dicha ocasión, no leer más que a dos o tres columnistas, pues todos escriben ad nauseam sobre los mismos temas, y los diarios no hacen más que presentar la misma información todos los días pero revolcada. La pobreza de sus “ocho columnas” es patética, metida con calzador. Y sin embargo, ahí estamos, a la hora del desayuno, dedicándole un par de horas al día a nuestro periódico “favorito” o el menos malo de todos.

De veras, cuando me meto a comentar sobre política, me siento gárrulo, atrapado por la máxima de mi amigo Germán Dehesa y otros: “ya todo está dicho”. Por ello, mi incredulidad de que alguien tenga algo trascendente que decir todos los días de la semana, sin repetirse o sin resultar inane. Curiosamente, Dehesa lo hacía, pero con una ligereza, gracia y sabiduría sin parangón, que lo volvía el colaborador más leído del periódico.

No es infrecuente que incursione yo en el campo de las ciencias y las artes, y me ponga a opinar sobre temas serios, pero con mucho menor éxito que cuando mi objetivo principal es hacerle la vida leve al lector. Por ello me identifico más con Germán que con los sesudos politólogos y los soberbios todólogos que nos atosigan a diario.

Muchas veces me han preguntado que por qué no escribo un libro, y yo respondo con absoluta honestidad que porque no tengo ni capacidad ni tema ni edad.

domingo, 27 de marzo de 2022

"Amistad"

Un “amigo” al que desde hace un par de años copio estos escritos, pero a quien no veo desde hace más de veinte, finalmente comentó el último, cosa que nunca antes había hecho (http://blograulgutierrezym.blogspot.com/2022/03/la-historia-continua.html). Y lo hace con una serie de insultos a mi persona y un comentario final en latín: Atramento et sine ideis nugae scriptum est, que en traducción libérrima es algo así como: Un escrito sin ideas no vale nada. Me imagino que él estará acostumbrado a tratar exclusivamente con Kant y Wittgenstein.

Puedo entender que el sobrino del ex consejero jurídico de la Presidencia, que ignoro cómo se coló a mi lista de distribución, me haya mandado al carajo por importunarlo con mis sandeces, pero lo hizo con la sutileza casi casi de un amigo, aunque con soberbia. Lo que me acaba de ocurrir con mi “amigo”, supera mi capacidad de asombro y comprensión.

No, Marco, con mis escritos no pretendo rivalizar con “tus” filósofos, sino únicamente pergeñar algo que, además, trae aparejada la inmensa dicha que me provoca el hacerlo, y, en una de esas, hasta a alguien más le gusta.

¡Gracias, Amigo, por permitirme conocer, con tus ideas, un poco más de la entraña humana!

martes, 22 de marzo de 2022

La historia continúa

Como dije anteriormente, en noviembre de 2021 conseguí una cita dual en la Ciudad de México, tan cercana como ¡enero de 2023!, para que, junto con Elena, tramitáramos nuestra visa ante la embajada americana. Desde entonces, todos los días y, en ocasiones, varias veces cada 24 horas, ingresaba a la página de dicha sede diplomática para intentar reprogramar el encuentro para una fecha más cercana, a pesar de que todo el 2022 aparecía bloqueado, es decir, sin espacios disponibles. Mi necedad rindió frutos y un buen día, milagrosamente, el 28 de junio de 2022 estaba libre junto con otros pocos slots. Tan pronto como hube reprogramado mi cita, nuevamente 2022 volvió a quedar bloqueado en su totalidad. Así de desesperados está rebosante este mundo. ¿Y qué creen? Pues que no cejé en mi empeño por conseguir una fecha aún mejor, hasta que me apareció el ¡sábado 19 de febrero!, que me hizo desconfiar mucho, por lo que me quedé con “mi” 28 de junio. Obviamente, ese sábado voló como pan caliente.

Y duro y dale, hasta que estuvo disponible el jueves 17 de marzo a las 13:40 horas, día por demás cercano e ideal para nosotros, y en el que nos presentamos con hora y media de antelación. Nos hicieron pasar de inmediato, aunque nunca falta la mosca en la sopa.

- Quítese los aretes, pues no pueden aparecer en la foto -le ordenó la empleada a mi mujer.

Elena, obedeciendo la indicación, procedió a remover su mascarilla anti covid para poder desprenderse de sus pendientes.

- ¡No se quite el cubrebocas, qué no ve que está en una zona de alto riego! -gritoneó aquella en su instante de efímera autoridad.

- ¡Es que si no, no puedo quitarme los aretes! -ripostó Elena con justa molestia.

- Para eso está el baño -contra atacó la otra, mientras mi media naranja se apresuraba a colocarse nuevamente la mascarilla.

- Quítese el cubrebocas, para tomarle la foto -indicó miss congeniality una millonésima de segundo después.

Bueno, pues así y todo, cinco minutos después estábamos ya en la calle con el trámite cumplido y la “promesa” de envío de nuestras visas a León en un plazo de ¡ocho a doce semanas! Ojalá alcance para que pueda llevar a Elena a pasar su cumpleaños al lugar de nacimiento de nuestra adorada primogénita, Carolina del Norte.

Como quiera que sea, la visita a nuestro adorado terruño resultó inolvidable, pues llegando llegando nos fuimos a comer a nuestro restaurante favorito, Les Moustaches, donde nos recibiría su dueño, Luis Gálvez, y disfrutaríamos de una opípara comilona. Pero además, en un momento dado, le dije a mi esposa ¿ya viste quién va entrando? Jonathan Heath, subgobernador del Banco de México, seguido, pocos minutos después, por Alejandro Díaz de León, ex gobernador del mismo banco. Cuando salgan, le dije a Elena, voy a llamar la atención del primero, ya verás. Y en efecto, cuando salió Alejandro, seguido de Jonathan, alcé mi voz y dije:

- ¡Jonathan! -y éste, que ya apresuraba la marcha, volvió la cara sorprendido hacia nuestra mesa.

- ¿Sí? -dijo, sin salir de su asombro.

- Raúl Gutiérrez y Montero, de León, Guanajuato, y esta es mi esposa Elena -nos presentamos, extendiéndole la mano.

- Mucho gusto -acertó a decir él.

- Hace unos años me hizo llegar Eduardo Sojo tu libro Lo que indican los indicadores y me ha gustado mucho, felicidades por cultivar el conocimiento económico de los mexicanos de una manera tan clara y amena.

- ¡Hombre, Raúl!, muy amable, apenas una mínima contribución a este país que me ha dado tanto- afirmó con modestia.

- No, de veras, gracias, pero no te distraemos, ya Alejandro te espera  -y tras nuevo apretón de manos, nos despedimos.

Y al día siguiente, después de nuestra cita en la embajada, nos aventamos un maratón de más de seis horas en la terraza La Cuchara del Hotel Marquís con mi mejor amiga de toda la vida, Patricia Jarquín. Qué rápido transcurre el tiempo con las personas a las que se quiere entrañablemente.

Por lo demás, un día después, acompañé a Elena a El Palacio de Hierro para que escogiera su vestido para la ya próxima boda de Carolina el 4 de junio, fuimos al cine a ver La peor persona del mundo en Reforma 222, y como yo me llevé el libro Al este del Edén, de John Steinbeck, premio Nobel de Literatura 1962 (qué curioso, el mismo año en que James Watson ganó, junto con Francis Crick, el Nobel de Medicina, y cuyo libro La doble Hélice comenté la vez pasada), pude disfrutar de la enorme sabiduría y enseñanzas que puede aportar una novela de tal envergadura. ¡Qué prodigio de escritura!

El regreso era inevitable, y así lo hicimos el sábado 19 de marzo, con una salida a cuentagotas de la ciudad capital, que nos llevó a hacer en exactamente seis horas el retorno al querido terruño por adopción: León, Guanajuato, que me ha permitido escritos de tan honda inspiración como el presente.

¡No sea mamón!